lunes, 9 de mayo de 2016

ALDEAS HISTÓRICAS PORTUGAL.- Etapa 4 Castelo Novo-Dornelas do Zézere

Ultima etapa del viaje en un dia de muchas decisiones, como ya dije en anteriores posts somos trabajadores por cuenta ajena (casi todos) y nuestro tiempo es limitado, así que hoy tocaba completar la etapa, tomar un taxi a Almeida, coger allí nuestros coches y salir para Madrid a escape, que mañana es lunes y hay que trabajar.

Tras la gran dormida en Casa Petrus Guterri de Castelo Novo la diana de los whatsapps empezó a sonar tempranito, la Senhora María no nos puso la excusa de esperar al pan y se apuntó al madrugón.
Al juntarnos en el salón de la casa, que está en la tercera planta con vistas a todo el valle, allí teníamos otro megadesayuno de panes (el pan de Portugal se parece mucho al gallego) y de bizcochos caseros, las mermeladas esta vez de fresas y de pessegos, con los trozos de melocotón enteros para masticar y muchas otras cosas ricas. Masticamos y masticamos y nos preparamos buenos bocadillos de jamón y queso para llevar, ya se que en los hoteles te miran mal si lo haces, pero éramos los únicos clientes y el pan que dejáramos se iba a tirar.

Adiós a nuestra hostelera y bajada por el pueblo para tomar la carretera hacia el oeste, tras algún bucle extraño que hicieron los trazadores de nuestro track nos encontramos en la pista para Sao Vicente da Beira y entramos en el  primer pueblo, Lourical do Campo. Empezamos a callejear y nos encontramos con un gran gentío, parecía una manifestación política pero no llevaban pancartas sino mochilas y neveras portátiles. Les preguntamos si están evacuando el pueblo por una peste o por aviso de bomba, pero nos dicen que es una “Caminhada”, una especie de excursión colectiva de todo el pueblo. En Portugal siguen haciéndose lo que llaman “Scoutadas”, los Scouts siguen teniendo allí
mucha fuerza, no como aquí que la juventud se ha dado al vicio y a la mala vida.

Van cayendo los pueblos y las subidas, S. Vicente de Beira, Partida, pero todo nos parece llevadero porque tenemos en mente la gran tachuela de hoy, el ascenso a las primeras estribaciones de la Serra da Estrela, una subida larga y penosa por pistas en la que habrá que empujar bicicleta seguro. Esta etapa tiene 1.500 mts de ascensión, y al paso que llevamos tienen que estar al final.

Entramos por fin en el último pueblo y vamos callejeando, preguntamos dónde empieza la subida al puerto y los paisanos son indican el camino con sonrisitas, ellos saben la que nos espera. Comenzamos la ascensión por pistas de tierra con porcentajes de hasta el 20%, algunos directamente se bajan desde el principio, otros tratamos de aguantar por vergüenza torera pero caemos también unos metros más allá, y Miguel y Joaquín mantienen el tipo y no se bajan, quieren demostrar que los de San Martín de Valdeiglesias desayunan estos cuestones todos los días.

La pista se convierte en simple cortafuegos y entra en zonas de eucalipto con lo que a la dureza de la rampa se une el calorazo y el reseco, y nosotros venga a meter riñones empujando, aquí tienen desventaja los de las alforjas, esto es un auténtico via crucis aunque el peso lleve ruedas. Miguel sigue empeñado en no echar pie a tierra pero va a la par de los caminantes, ciclar ahora es tan lento como andar, pero mantiene la estética.

Y por fin después de cien rampas coronamos en la cuerda y vemos los molinos de viento, o las turbinas esas, normalmente nos gustan, primero porque indican el fin del suplicio, segundo porque a su alrededor suele soplar la brisita. Están montando una, hay camiones y una gran grúa, piezas por el suelo, todo de tamaño Goliath, ¡lo que les habrá costado subir todo esto hasta aquí, si a nosotros nos pesaban nuestras bicis!.

Comemos los bocadillos distraídos del desayuno mirando desde lo alto todos los valles, nos hacemos
muchas fotos y llamamos al taxi para que nos esté esperando abajo, en Dornelas, pongamos en media hora, porque ya todo es bajar y bajar…

Los que iban siguiendo fielmente el track ya sospechaban que no era así, primero, porque aún quedaban casi 300 metros de ascensión según el programa, y segundo, porque nunca nunca las cosas son tan fáciles como parecen en estas rutas. Seguimos la línea en los GPS y vemos que no baja, sino que empieza a subir por las crestas en el camino de servicio de los molinos, y esto ya no era lo esperado, dientes de sierra por esas pistas anchas pavimentadas con grava gruesa, el sol pegando de plano y mucho calor, interminable se nos hizo esa parte.

Ahora sí, última turbina de la línea, abajo el valle del río Zézere y el pueblito de Dornelas, bajada
vertiginosa e interminable por los pinares y entramos en el pueblo, hay que tomar algo y luego buscar el taxi. Como es domingo están todos los bares cerrados así que nos ponemos a subir al barrio alto donde nos aseguran que el restaurante “Dos Amigos” sí que abre, en aquellos rampones torturadores vemos rastros de actividad minera, vagonetas abandonadas, enfrente una gran escombrera gris.

Ya a la vista del restaurante, que en efecto estaba abierto, nos cruzamos con una gran furgo Mercedes muy vistosa que pega un frenazo, resulta que es la nuestra. Al volante Cristina, nuestra taxista, que nos deja echarnos unas cervecitas para tragar el polvo y se pone ella misma a subir las bicis, vaya meneo que tiene. Dudamos si comer aquí, el restaurante tiene una pinta estupenda, pero nos agobia lo lejos que estamos de casa, así que acabamos de subir bicis y mochilas y ocupamos el interior, qué lujo, estupendos asientos, aire acondicionado, las conversaciones van decayendo hasta que quince minutos después casi todos duermen. Cristina nos cuenta que ella era minera de las minas de wolframio del pueblo, pero que se ha comprado esta espléndida furgoneta y se ha reconvertido a empresaria, la creemos, es pequeña y delgada, pero con unas manos como palas.

Y así en esa paz vamos devorando kilómetros con el gusto de no ser nuestras piernas las que impulsan el avance por primera vez en cuatro días. Llegamos a Almeida y pagamos a Cristina su moderadísima tarifa, ahí dejo foto con su contacto, no dudéis en acudir a ella si necesitáis transporte por el centro de Portugal. Recuperamos nuestros coches y miramos un poco la tele en el hotel Muralha tomando algo y qué cosas, ahí están Rajoy y Sánchez y El Coleta, nada ha cambiado en España en cuatro días, qué pereza.

Vuelta hasta Madrid con alternancia en el volante y bastante conversación, nadie tiene ya sueño después de la dormida portuguesa. Llegada aún de día y parece mentira que hace cinco o seis horas estuviéramos en lo alto de una montaña en otro país viendo los valles, mañana a trabajar y a recuperar las rutinas y esta noche a dormir con la familia, bien está el cambio, que de tanto dormir con tíos peludos corre uno el riesgo de acostumbrarse!.

Esta última etapa tuvo 50 kms. y 1.500 metros de ascensión, aquí se notan el cortafuegos de los
eucaliptos y las interminables subidas del día. Un total de 280 kilómetros y 5.350 metros en los cuatro días, y no cuento los kilómetros de natación que tuvimos que hacer por los charcos y ríos. Una zona de Portugal aún por descubrir para el ciclismo de montaña, pero también para el senderismo o para el viaje turístico en coche, mucha naturaleza y mucha historia, algunos probablemente vuelvan pero seguramente con otra compañía, hay tiempo para todo!.


miércoles, 4 de mayo de 2016

ALDEAS HISTÓRICAS PORTUGAL.- Etapa 3 Monsanto-Castelo Novo











Penúltima etapa del viaje con un perfil en principio más “benigno” que las anteriores, un comienzo de mucha bajada y un final de bastante subida, que al final no fue tanta como se temía.

El día comenzó como los días que comienzan bien, es decir, con un gran desayuno para el que nos prepararon el comedor de la casa, me recordaba mucho al de mi abuela en Asturias, trincheros de madera antigua y mantelerías de lino y vajilla de porcelana, el sol entrando a raudales por la ventana, la gran mesa llena de cosas ricas de comer. En ese ambiente, ¿quién no disfruta? ¿quién no se relaja? ¿quién no piensa aunque sea en voz baja en mandar a la porra la ruta y quedarse a comer más y más?.

Destacaba por lo bueno la mermelada casera de “bobora” (calabaza), con un puntito de alguna especia que no supimos identificar, y por lo malo, como en todo el viaje, la falta de zumo natural de naranja, no debe de ser costumbre en Portugal, en todos los sitios el mismo Tang rebajado. También nos pusieron unos huevos revueltos con bacon, que conste que eso solo lo comemos en los días ciclistas.

Despedidas y con el uniforme planchado y la bici reluciente nos metimos por las callejas del pueblo buscando la salida, aquí el Sherpa tiró de GPS y nos sacó por un precioso camino empedrado y sombreado de alcornoques que ni sospechábamos que existía, yo creía que el acceso era único por la carreterilla. Enseguida nos encontramos al señorín que el dia anterior estaba en la Taverna Lusitana y que asistió al recital de música hasta que le echaron de allí, después de acabar con las reservas de vinazo del establecimiento. Aquí lo teníamos sin sombra de resaca y cumpliendo con su trabajo de sacar el burro y las tres cabras de su patrimonio. Nos saludó muy contento.

Larga, bonita y peligrosa bajada por esta calzada empedrada con curvas y porcentajes complicados, nos vamos alejando de Monsanto hacia Indanha-a-Velha por los campos. Tomamos un desvío para entrar en las zonas cerradas del parque natural y nos encontramos un grupo de unas diez mujeres y solo un hombre, el “bom día” sonó un poco raro y por eso vimos que eran españolas, bueno, y porque iban contentas y habladoras y vestidas de colores vivos, las portuguesas son más tristonas. Estuvimos un rato charlando y haciendo fotos y cada grupo se fue hacia su destino, no sin que nos previnieran sobre unos toros que nos íbamos a encontrar más adelante.

En efecto, en las últimas dehesas antes del pueblo de Indanha hay muchas vacas y un torazo fiero, después de muchos años por el monte en la bici sabemos distinguir las razas de carne y este era un auténtico toro de lidia, berrendo en colorao, astifino, enterándose y con la cabeza alta nos miraba desafiante desde el cercado que nos separaba del pueblo. Intenté yo trepar por una valla para pasar el río pero la ruta no era segura, así que no había otro camino que meterse en el cercado y pasar discretitos, con perfil bajo y rodeando la manada. Así se hizo sin percances ni cornadas y entramos en el pueblo a hacer la visita turística.

Indanha a Velha es un pueblo lleno de ruinas históricas: romanas, medievales y aún posteriores, con una muralla de varios metros de espesor  que cómo no, mira hacia España. Como suele pasar la población no puede aguantar el peso de tanta historia y se ha mudado a Indanha a Nova, el pueblo sin raíces que tiene toda la gente y la vida, aquí sólo quedan las piedras, los perros y los viejos. Nos dimos una vuelta, pateamos algunos perros ladradores, nos hicimos la foto en el paso del río y el pelouriño y nos reunimos en la salida tras buscar a Nico, que se había parado en una roulotte que vendía panderos de artesanía.

Gran subida a las zonas altas de la sierra, que estaba toda florida de jaras, y bajada a cruzar más ríos y torrentes desbordados, diversas opciones: saltos, lanzamiento de bicis  y al final renuncia total y paso con la bici al hombro y el agua hasta más arriba de las rodillas.

A eso de las cuatro entramos en Aldeia de Santa Margarida muertos de hambre y de cansancio y buscamos cómo no un restaurante para comer, cómo no sin resultado alguno. Hay una cervejaria oscura donde el dueño nos dice que no tiene cocina, que como su letrero dice él solo vende cerveza. Nos indica otro sitio regentado, menos mal, por un joven emprendedor deseoso de pillar unos euritos a cambio de un poco de esfuerzo, y aunque no tiene plancha (dice que el Gobierno se lo prohíbe) sale por el pueblo y vuelve con bolsones de patatas y bocadillos fríos de jamón y queso. Eso con varias cervezas fue ese día nuestra comida. En el ratito de relajo posterior algunos nos mostraron sus técnicas “Cómo dormirse sobre el tapón de una botella”, o “Cómo tomarse un café en piloto automático”, grandes lecciones de supervivencia que aprendimos bien.

Poco comidos y poco descansados salimos de nuevo a los caminos, pero ahora entramos en una zona de reserva natural que es una preciosidad y nos levanta el ánimo, hay carteles que lo anuncian y prohíben coger setas y espárragos, encontramos en el camino una tortuga de tierra y una culebra.
El día va declinando y nos vamos acercando a destino, Castelo Novo, que según el mapa está al final de una larga y penosa subida. Antes paramos otro rato en Atalaia y entramos en un bar, y, casualidad, tienen una gran tele dónde están retransmitiendo el Madrid-Rayo, como hoy andamos bien de tiempo decidimos quedarnos a verlo, que no todo va a ser bici en esta vida. Los atléticos, después de rabiar un rato, deciden seguir camino acompañados de los no futboleros, y los demás nos quedamos a disfrutar del espectáculo con los portugueses, que animan al Madrid por Cristiano y por Pepe.

Se acaba el tema y a pechar con las últimas subidas, preguntamos pero pasa lo de siempre, saben por dónde es pero no cuánto queda, las versiones van desde los 4 hasta los 8 kms. Subidas duras por carretera, a un lado una fábrica de jamones y embutidos nos abre el apetito, el fundador se ha erigido un monumento donde aparece su busto encima de un jamón de granito, detalle expresivo y de buen gusto. Pasados cuatro kms entendemos el equívoco, estamos llegando a Castelo Novo estación, para el pueblo queda otro tanto, se ve allá arriba en la montaña.

Castelo Novo está situado en la falda del monte rodeado de un paisaje verde y con mucha agua, hay plantaciones de frutales y bosque, ruiseñores cantando en los sotos, no se puede pedir más. El pueblo con núcleo medieval y castillo en lo alto, y también en lo alto nuestro hotel de esta noche, Casa Petrus Guterri.

Teníamos muchas expectativas con este alojamiento, era el más caro y tenía buena pinta en Booking, y no nos defraudó. Es el antiguo balneario completamente rehabilitado por la propia familia propietaria con buen gusto, madera y antigüedades por todos sitios, habitaciones amplísimas y luminosas, una para cada uno, allí dormimos como reyes sin oír más ronquidos que los propios, que como es bien sabido no molestan.

La dueña (Senhora María) es una mujer cariñosa y deseosa de atendernos, me recordaba un montón a mi abuela Elvira. Nos contó la historia del lugar y nos dijo orgullosa que el arquitecto que lo restauró es su hijo mayor, y el electricista su hijo pequeño. Para terminar tanta armonía familiar nos presentó a su marido, pero este no hacía más que vivir relajado en las habitaciones que tienen reservadas para ellos, mientras la señora trota por las escaleras atendiendo a la gente.

Tuvimos mucha tarde para conocer el pueblo, subir al castillo y pasear por las viejas calles, y para cenar en el restaurante que habían abierto para nosotros, a petición también de la señora María. Sopón de champiñones, arroz horneado con pato, más bacalaos y carnazas de porco a la parrilla, que son la especialidad. Estas cenotas deberíamos pagarlas sufriendo en la cama pero dormíamos como los ángeles, creo que el cuerpo llevaba tal déficit de calorías que asimilábamos todo según iba cayendo por el gañote.

Termina la jornada, 58 kms. y 1.000 mts. de ascensión, no mucho para lo que llevábamos en días anteriores. Aquí nos quedamos durmiendo en nuestras espléndidas habitaciones con la paz del que duerme solo, mañana última etapa y día complicado, porque hay que completar 50 kms con gran subida, pillar una furgo-taxi hasta Almeida, montar en nuestros propios coches y llegar a Madrid, todo en un solo dia. Las rutas van tocando a su fin y los blogs también, queda solo un último impulso, a por él!


viernes, 29 de abril de 2016

ALDEAS HISTÓRICAS PORTUGAL.- Etapa 2 Sabugal-Monsanto













Todo en este viaje estaba calculado para ir de menos a más, o mejor de bueno a muy bueno, los hoteles cada vez mejores, los paisajes y pueblos cada vez más bonitos, así que el tiempo se quiso sumar empezando por lluvias y oscuridades para ir mejorando y terminar en una traca final de sol y cielo azul. Así pues hoy tocaba un tiempo de nubes y claros, un pueblo final de maravilla (Monsanto), y una bonita casa rural portuguesa, pero tuvimos además una sorpresa final totalmente inesperada, que luego contaré.

El recorrido de aldeas históricas incluye hoy una de las imprescindibles, Sortelha, pero los alojamientos en ella son limitados, así que habíamos optado por dormir en Sabugal y hacer un bucle de ida y vuelta para conocerla. Fueron 24 kms en total que no se si merecieron la pena, el camino era de rampas duras y a media mañana tras mucho esfuerzo volvíamos al punto de partida, con una sensación de déjá vu poco agradable.

La salida de Sabugal como siempre bajando hacia el río por delante del monumental castillo en la loma, muchos enemigos debía de tener esta gente y siempre venían del mismo lado, de España. Primeros kilómetros por grandes pinares con pistas anchas de buen firme y pasamos la Aldea de Santo Antonio. Después por despoblados fantasmales (“Terreiro das Bruxas”, se llamaba el lugar), y al fin por una subida muy dura hasta lo alto de la montaña. Desde allí ya es todo bajada viendo delante las murallas y el castillo de Sortelha.

Sortelha nos gustó mucho, la ciudadela está construida sobre el monte de granito, con todos los edificios de piedra y el pavimento empedrado también, te da la sensación de estar en medio de un bloque gris y austero sin espacio para un poco de tierra, algunas macetas y naranjos suavizan un poco la vista. Paseamos por todo aquello, foto con el pelouriño, y de vuelta otra vez, el camino es ahora cuesta arriba así que nos parece algo menos bonito.

Por el camino viene un rebaño de cabras con su pastor en un Opel Corsa, ¡menudo vago!. Nos dice que los perros que trae muerden, que nos apartemos a un lado del camino. Así lo hacemos pero nos llevamos la impresión de que es una excusa para que no le desorganicemos el rebaño, bueno, tenemos claro que deben primar las actividades locales sobre las ciclísticas, y si este listillo se ha llevado la alegría de engañar a unos tontos españoles pues mejor.

Al fin desembocamos cerca de Sabugal, cerramos el bucle y nos encontramos en el mismo sitio que tres horas antes, pero más cansados. Ahora empieza la ruta de verdad, hacia el sur por pistas y paisajes de montaña, más arroyos y barrancos hasta llegar a Meimao, un pueblo bastante importante pero que no debe de tener ni un metro cuadrado horizontal, todo calles arriba o abajo salvo la parte baja, con monumento al emigrante y templete para orquestas. Se ve que a los emigrantes portugueses les fué peor que a los españoles o bien eran menos fantasmas, porque por aquí no se ven casonas de indianos.

Al rato bajada hasta el embalse de Meimao, extenso y muy ramificado, que nos obliga a pasar hora y media ciclando por las pistas de las márgenes hasta rodearlo y poder cruzar sobre la presa. No es mal paisaje, pero de nuevo tenemos la sensación de ir dando vueltas sin avanzar claramente hacia el objetivo.

A eso de las tres, muy tarde para los estómagos portugueses, llegamos a otro pueblo de nombre parecido, Meimoa, y contra todo pronóstico encontramos un restaurante abierto donde nos dan una fantástica comida por el ridículo precio de 7€. Cinco platos de sopa de pescado por barba, dos de bacalhau (dourado esta vez), postres de cocina, cafés y muchas cervezas nos matan finalmente el gusano de la tripa. El restaurante está lleno de gente del propio pueblo, no me extraña, yo tampoco cocinaría si tuviera cerca un chollo como este.

Salimos de nuevo a los caminos arrastrando el tripón, pero la ruta es tan bonita que pronto empezamos a disfrutar de nuevo, prados de vacas, grandes extensiones de unas flores amarillas que no conocemos pero que huelen muy  bien, más dehesas de alcornoques, subidas y bajadas, y también nuevos vadeos. Pasamos Penamacor y Aldea do Bispo y aprovechamos una gasolinera para dar un manguerazo a las bicis que ya van sonando a carraca con tanto barro acumulado, arreglamos algún pinchazo, y ya entre unas cosas y otras avistamos a lo lejos un cerro de bolones de granito y arriba Monsanto, nuestra meta de hoy.

Monsanto está en lo alto, pero mucho, tenemos aquí el último sufrimiento pero ya se hace con muchas ganas. Preguntamos a las señoras del pueblo dónde está el hotel “Casa do Chafariz”, pero ellas solo nos entienden la última palabra, chafariz significa “caño”, así que nos mandan repetidamente a la fuente del pueblo. Al fin entramos en el casco medieval y en lo alto está el hotelito, con la puerta cerrada. Llamada a la Senhora Celeste que es la encargada, y se planta allí en un momento y nos abre la casa que es espectacular, con un patio empedrado y grandes habitaciones alrededor, algunas con la pared del propio piedrón de granito.

Cómo llegaremos de barro y mojadura que la señora se ofrece amablemente a lavarnos y secarnos la ropa gratis, lo agradecemos y llenamos tres bolsones de ropa embarrada, qué bueno, esto es como cuando de pequeño llegabas del fútbol y dejabas todo tirado por el suelo del baño y milagrosamente al dia siguiente aparecía todo lavado y planchado sobre la cama. Manguerazo a las bicis, duchazo a nuestras personas, y salida por Monsanto a buscar un sitio para el “yantar” (la cena), estamos fuera de temporada y todo parece cerrado. Después de vagar por el pueblo llegamos al único sitio abierto, “A Taverna Lusitana”, un bar pequeñito donde nos ofrecen unas tablas de quesos y “enchidos” y unas cervezas, nos vale, aquí haremos la cena.

Y en ese momento ocurre algo inesperado que se convierte en una de esas experiencias que recordarás toda la vida. Empieza a entrar gente con fundas de instrumentos musicales, se sientan, se piden un hidromiel y se ponen a darnos una jam session de música tradicional en directo increíble. Hay un escocés que toca el banjo y la guitarra hawaiana (steel guitar), un portugués y un inglés con guitarras, y una checa con violín que parece recién salida de un conservatorio ruso. Tocan como los ángeles música celta, clásicos de Pete Seager, Beatles, de todo. Al rato el ruido atrae a un polaco jovencito que ve la oportunidad de beber gratis y vuelve con un pandero, pero este tocaba bastante peor. Nos cuentan que pasan el invierno en Monsanto, se han conocido allí y han formado este grupo desinteresado, no cobran por tocar, lo hacen por el disfrute y porque les gusta la música. Esta gente bohemia a mí siempre me alucina. Les pagamos una ronda y eso es todo, al cabo de casi tres horas de concierto nos retiramos al hotel. Estas cosas inesperadas que te ocurren en la bici le dan mucho encanto al tema, me recordó aquella vez que Nico y yo nos encontramos en el pinar de El Hornillo a un tío con un violín que nos dio una serenata solo por el gusto de hacerlo.

Aquí se acaba el largo y emocionante día, 87 kms y algo más de 1.400 mts de ascensión, nos quedamos durmiendo como reyes en nuestros camones entre las bolas de granito, mañana amanecerá otro dia de ciclismo, eso sí, con la ropa seca y planchada.



miércoles, 27 de abril de 2016

ALDEAS HISTÓRICAS PORTUGAL.- Etapa 1 Almeida-Sabugal

Quedamos dormidos en el hotel A Muralha tras una copiosa cena (me encanta eso de copiosa) portuguesa de las de antes, un “Menú Turístico” a 16 € que incluía un sopón de verduras y un estupendo solomillo de vaca con huevo o una gran ración de bacalhau a Bras, o frito, o con salsa de gambas y cervezas a voluntad. Se durmió como se pudo con ese exceso en la tripa y con los ronquidos del compañero, aquí cada uno sabe lo que hubo, que dormimos de dos en dos.

Al dia siguiente diana no muy tempranera porque había que esperar que llegara el pan del desayuno, en todos los hoteles nos pusieron esa excusa para refrenar nuestras ansias madrugadoras. El dueño nos permitió dejar los coches en su aparcamiento, cuatro días después estaríamos de vuelta para recogerlos. Durante el desayuno briefing oficial a cargo de Miguel, él hablaba explicando pueblos caminos y perfiles, pero cuando la vaca está rumiando suele dejar la mente en blanco así que no se nos quedaba nada. Da igual porque  luego el día se pareció a lo explicado como un huevo a una castaña.

Preparativos y engrases, unos con herramientas y aceite propios y otros, los de siempre, tomándolos prestados, mejor no dar nombres no sea que yo mismo no quede muy bien. Por fin a las 8,30 salida oficial por las calles de Almeida, o mejor, pre-salida oficial porque media hora después hubo que volver por uno que se había dejado la cartera.

Tras una vuelta turística por las murallas salimos bajo el arco para empezar a buscar las pistas que nos acabarían dejando en Sabugal a media tarde. El día nuboso y con lloviznas pero menos malo de lo que prometían los pronósticos. Primeros kilómetros en una refrescante cuesta abajo y parada sobre el puente medieval del río Coa, que se encajona allí en un rugiente desfiladero, con las lluvias recientes el caudal era tremendo así que mejor no pensar que luego tendríamos que vadearlo aguas arriba.

Vamos recorriendo las pistas embarradas y superando los arroyos de una u otra forma, en el primer pueblo nos cruzamos con unos rebaños de extrañas ovejas que tienen cuernos, ellos y ellas, así como churros retorcidos y abiertos, me he documentado y es la raza Mondegueira, propia de esta comarca de La Beira. Los pastores que las llevaban eran de raza normal portuguesa y muy deseosos de hablar, como todos los pastores que nos encontramos siempre.

A media mañana llegamos a Castelo Mendo, otra de las Aldeas Históricas. Entramos por la puerta de la muralla y nos damos una vuelta por el castillo y las calles empedradas, y nos hacemos la inevitable foto en el “pelouriño”, la picota o rollo donde encadenaban a los delincuentes para ejemplo general, los veremos en casi todos los pueblos.

Larga bajada por un camino flanqueado de huertas y alcornoques centenarios, baja y baja y llegamos al fin al río Coa, pero esto parece el Ebro, su caudal multiplicado por diez ruge y ocupa de orilla a orilla el cauce, hay remolinos y arrastra ramas, el cartelito indicador del GR22 y del vado están casi bajo el agua. Nos miramos en silencio y no hay que hacer votaciones, por aquí no vamos a pasar, media vuelta y a remontar el cauce interminablemente para buscar un puente. Este incidente nos cambia los planes, se acabó el briefing, ahora será cosa de sobrevivir y salir por donde podamos.

Remontando junto al río por caminos embarrados acabamos en una zona de molinos de agua abandonados, vadeamos varios arroyos y llegamos al pueblo de Jardo, aquí hay puente y por fin cruzamos. A estas alturas estamos mojados y embarrados, y con esa sensación de estar dando vueltas y no avanzar kilómetros de verdad.

Dios aprieta pero no ahoga, así que a partir de este momento los caminos pican para arriba y salimos de las profundidades de los valles sombríos subiendo hacia paisajes más despejados, lomas ventosas de granito duro y pueblos austeros y despoblados, Porto da Ovelha, Vila Maior, Rebolosa, muchos perros ladradores pero cero personas salvo en los localitos de la Junta de Freguesía y en el Hogar del Jubilado. No hay restaurantes abiertos a estas horas de comida españolas (ni a otras, me temo), así que apañamos en un bar tristón una triste “comida” con unas cervezas y unas bolsas de patatas y cortezas (turreznus), esta será la solución también otros días.

Finalmente a eso de las siete llegamos a nuestros destino, Sabugal, un pueblo grandón y más moderno, aunque también con castillo y restos de muralla. Alojamiento en el Hotel Robalo (lubina), un establecimiento moderno y bastante correcto donde su emprendedor propietario, el  Señor Robalo, oficia de recepcionista, director, barman, mozo de lavado, aparcabicis, técnico de mantenimiento y hasta de cocinero en el vecino Restaurante Robalo. Me recordaba esas marionetas en las que el mismo teleñeco sale de detrás de cada mostrador vestido con un uniforme diferente cada vez.

La cena en el restaurante Robalo, próximo al hotel, una antigua cuadra reformada con techos de madera, luces bajas y grandes jarrones de azucenas naturales, un entorno que seguramente merecía un público más romántico que estos siete ciclistas hambrientos. Mas estupendo bacalao frito con ajos esta vez, sopas, entremeses, ensalada de pamplinas (Maruxas), opípara cena aunque a precios algo altos para Portugal (22 €). Nos despedimos del Senhor Robalo, impecablemente vestido de cocinero esta vez, y nos vamos a la cama.

Primera etapa de 84 kms. Y 1.500 mts de ascensión, dura y mojada pero con hermosos paisajes, mañana a desayunar a las 8, cuando haya venido el pan.


martes, 26 de abril de 2016

ALDEAS HISTÓRICAS DE PORTUGAL.- Etapa Cero

Ya estamos de vuelta de nuestra excursión betetera por las Aldeas Históricas de Portugal, bien lo hemos pasado los siete ciclistas, Nico, Miguel, David, Albi, Juan Manuel, Joaquín y yo mismo. Hemos tenido un tiempo estupendo para el ciclismo de montaña, con casi todos los climas posibles concentrados en cuatro días de peor a mejor, empezando por lluvia y pelea contra los charcos y acabando con un cielo azul y sol espléndido que ha dejado las frentes de algunos quemadas como la de un guiri, hay que ir preparado para todo y echarse crema solar debajo del pasamontañas.

Llevábamos tiempo preparando esta salida, tradicional todas las primaveras (y todos los otoños), tras varios descartes iniciales elegimos la zona de las Aldeas Históricas Portuguesas, está aún poco transitada (nos costó encontrar tracks y blogs en la fase de documentación), pero es una zona con futuro para el turismo ciclista.

Ya he descrito otras veces los roles del equipo habitual: Nico y Miguel como Sherpas primero y segundo, trazadores de rutas, mecánicos  y documentalistas gráficos; JM como conductor y bier provider, y yo mismo en la intendencia de alojamientos y cronista. Las nuevas incorporaciones entran como aprendices de todas estas tareas según sus gustos, muy pronto nos irán sustituyendo y podremos los demás prejubilarnos, ceder la responsabilidad y dejarnos llevar en carroza.  

Tras muchas discusiones iniciales el trazado quedó ya bien decidido: Almeida – Sabugal -Monsanto - Castelo Novo - Dornelas do Zézere, y vuelta en un microbús hasta Almeida. Dos tendencias aquí como siempre, los partidarios de matarse a kilómetros y ascensión que querían completar todo el trazado circular en cuatro días (incorporando Linhares y Trancoso y atravesando toda la Serra da Estrelha), y los prudentes o turísticos o tripeiros, que buscaban un recorrido más relajado que nos permitiera ver con calma las aldeas y monumentos, los amigos lectores del grupo ciclista ya han situado mentalmente a cada quién en su bando. Al final se llegó a un entente y quedó un recorrido exigente pero con tiempo para casi todo, hicimos la mitad sur y para otra cita queda la mitad norte.

Nos había advertido nuestro amigo ciclista portugués Nes (ficamos muito obrigados), de que es prudente hacer estos recorridos en tiempo seco, porque hay que vadear muchos ríos sin puente, así que después de quince días de lluvia continua nos lo estábamos pensando, pero con todo ya listo y los permisos laborales quién aborta el plan, allá que nos fuimos. Luego gozamos mucho metiéndonos en el agua o remontando ríos hasta casi la cabecera, dificultad añadida y diversión inesperada.

Portugal nos gusta mucho, los alojamientos son buenos y baratos, los paisajes muy verdes y los pueblos monumentales y bien conservados. Por estas zonas interiores aún es posible comer como antes se comía en Portugal (por Lisboa ya no), es decir, a precios baratísimos y con raciones generosas de cosas muy ricas, estupendas sopas espesas, bacalaos en todas sus formas, carnaza y muchas verduras sanas y ensaladas (para acompañar). Eso cuando encuentras dónde comer, porque en tres ocasiones nos sorprendió la hora del almoço en un pueblo sin restaurantes, y tuvimos que engañar el hambre hasta la cena con unas cervezas y unos bolsones de patatas.

La gente en los pueblos es muy educada, siempre te desean  “Bom día” y siempre tienen ganas de ayudar. Me refiero a la gente que vimos, porque hay muy poca gente en los pueblos, algunos los atravesamos sin ver una sola persona, seguramente en verano la cosa es distinta. En cambio los perros portugueses no son amigables, hay docenas, encadenados en sus casetas y ladrando y enseñando los dientes, así se justifican y se ganan su mendrugo, ¡qué bulla!.

 La naturaleza está hermosa, al menos ahora en primavera, el paisaje dominante es de amplias dehesas verdes de encinas o de inmensos alcornoques, el corcho debe valer mucho dinero, porque hasta el último y más aislado del país está descortezado. Muchos ríos de todos los tamaños pero casi siempre de aguas claras, debe de haber muchas truchas aquí, me recordaba en eso a Asturias o Galicia. Sierras y montañas de granito que hacen un curioso paisaje de berrocal, la mayoría de los pueblos edificados en lo alto, algunos como Monsanto con las casas hechas sobre o entre las propias bolas de piedra. El cultivo de moda este año parece ser la colza, se ve que las subvenciones europeas han cambiado porque ya no hay girasoles, no importa, la colza da también bonitos campos de flor amarilla. Muchos olivos, algunas cepas viejas y poco cuidadas, muchos pinares y cómo no, eucaliptales que van cubriendo más y más extensión, las pistas en ellos aparecen resecas y arenosas.


Terminamos con esta etapa cero, para el próximo blog dejamos ya la acción ciclista, la cosa promete de barrizales, vadeos y subidas imposibles pero hoy no, mañana…

lunes, 18 de abril de 2016

17/04/2016 ¿Qué importan los kilómetros?



Estoy intentando recuperar los blogs que tuve y que desaparecieron en el colapso de Blogsome, mi alojador primero. He comenzado dividiendo los temas en dos blogs distintos, porque este de Blogger no permite dividir por temas, o al menos yo no sé. He puesto por ahí el blog de viajes, http://sigamosalsherpaviajes.blogspot.com.es/ y aquí reinicio el de la bici. Iré escribiendo según ande de ganas, y si no tengo muchas tal vez recicle algún artículo del blog antiguo, me han dado por ahí una página que, increíblemente, guardó automáticamente todos los blogs del mundo (WaybackMachine), y increíblemente también ahí están todos mis viejos posts, eso sí, sin las fotos. Si alguien tiene nostalgia, están aquí: Viejos blogs

Esta mañana nos hemos acercado a una ruta que teníamos muy injustamente olvidada, la subida del Rio Moros. En tiempos esta era una de nuestras favoritas, pero con los años nos hemos hecho más machacas, y una ruta que no tenga al menos 50 kms y 1.000 mts de ascensión nos parece una mariconadilla indigna de nuestros empeños dominicales, qué tiempos aquellos en los que empezábamos en esto de la BTT y Rio Moros era una de nuestras míticas, ahora si la hacemos tenemos que añadirle cabeza y rabo, como empezarla abajo en El Espinar o seguir arriba hasta la Fuenfría, qué ambiciosos. Esta mañana Paco  yo recordábamos el miedo que nos daba la primera subida tras la valla, algo así como 200 metros de acumulada, pardillos éramos.

Nos reunimos en el chalet derruído Paco, David, Albi y yo mismo, con la nueva incorporación del amigo Fran, tío majo y de buen nivel, quedó encantado con todo, con el precioso paisaje, con la hora tempranera de salir y de volver a casa (tiene dos niños muuuyyy pequeños), y con la cañota con limón que nos tomamos al final en el bar del puerto.

Con nuestro Sherpa principal (Nico) haciendo una carrera de bici en Melilla, y nuestro sherpa segundo (Miguel) haciendo no sabemos qué, los demás decidimos tomarlo con calma y hacer una ruta turística y contemplativa y dedicarnos más a la cosa del paisaje. Después de días y días de caer agua hoy el tiempo dio tregua y se puso un día azul azul, aunque frío. A las 8,30 (otro relajillo frente a lo habitual) salimos por el camino que se adentra entre los pinares y que tenemos ya tan trillado desde hace… más de quince años, da vértigo pensarlo.

Saltamos la valla y empezamos a resbalar por los barrizales, aquí hay siempre una fuerte actividad forestal  durante la semana, y el domingo está todo embarrado y lleno de ramas rotas. Eso sí, siempre comentamos lo bien que lo hacen los segovianos, siempre sacando madera y siempre tienen el bosque precioso, limpio y espeso, un ejemplo de explotación sostenible. Llegamos a la valla de la zona protegida, allí está el cartel que avisa de la prohibición de paso entre el 1 de julio y el 30 de septiembre, por los incendios, pero no estamos en esas fechas, y con el agua que ha caído no se puede encender ni un fósforo. Pasamos la valla por el hueco entre pilares que hay a la derecha, qué gracia, otra señal de la tira de años que llevamos sin venir, o han estrechado el paso o algunos han ensanchado su cintura un poquillo,  han tenido que retorcerse para pasar, y a poco se quedan allí atascados. Ah, vale, que era porque llevábamos mucha ropa encima.

Tomamos el ramal derecho, de buen firme de asfalto de montaña rugoso, y empezamos a subir a tren, agrupados y charlando, como digo hace años esto nos parecía durísimo, ahora es un paseo. Pinos albares altísimos y con ese color de corteza marrón rojizo que parece que estemos en Oregón, cascadas por todos sitios, prados muy verdes, firme mojado y jirones de vapor que se desprenden de los troncos y se elevan, mirando el valle desde arriba parece que haya un montón de incendios. Al fondo siempre la cordillera nevada, pedazo de paisaje.

Al llegar a los refugios empezamos a pisar manchones de nieve, muy profunda e imposible de ciclar, al principio los vamos sorteando o los pasamos por alguna rodada profunda que dejó el todo terreno de los forestales, comentamos que es una prueba de habilidad ciclista que nos recuerda el examen del carnet de moto, cuando había que hacer la tabla sin salirse.

Arriba del todo un par de grandes parches nevados que nos hacen bajarnos, y llegamos a la prueba mas dura, la pista que enlaza este tramo con la subida al collado de la Mina, de porcentaje y firme imposibles. Todo el mundo sabe que si subes esto sin echar pie a tierra estás en la élite, y queríamos probar nuestro nivel pero ¡qué  pena! está lleno de nieve, impracticable. Parece que todo se ha conjurado para que nuestro día sea muy plácido, así que sin sentirlo demasiado nos ponemos a comer lo que llevamos, charlando junto a una poza del río.

Terminamos y nos tiramos cuesta abajo, esto es lo que tiene esta ruta, que no engaña, la mitad es para arriba y la otra mitad para abajo. Paramos un momento a hacernos fotos en la presa del embalse de Las Cabras, está a tope de agua y con la montaña blanca detrás, parece un lago suizo. Baja y baja y llegamos al pie, cruzamos el puente sobre el Moros y pillamos el desvío de la izquierda que te vuelve a subir casi hasta arriba del primer tramo, esta variante la hacemos para meter metros cuando nos da vergüenza torera, y hoy era uno de esos días.

Son cuatro kilómetros de subida sostenida, yo ando con ganas de recordar cómo era este tramo y meto mucho desarrollo para hacerlo rápido, al fin vamos llegando arriba de nuevo, uno tras otro según motivación y estado de forma. De nuevo en grupo para abajo, por un momento pensamos meterle más tramos al dia, pero somos unos irresponsables y nos apetecía echar un rato tomando unas cañas, así que desechamos la idea rápidamente y deshicimos el camino hasta los coches de nuevo.

Parada arriba del puerto, en el mesón Hilario, donde nos pegamos unos copones de cerveza con limón que nos entraron de maravilla, eso sí, con tapa algo escasa. Las raciones tenían un precio prohibitivo, lo que agradecieron nuestros michelines, porque sin más pagamos y nos fuimos viniendo para Madrid.


Una ruta muy disfrutona con “n” kilómetros y tantoscientos metros de subida, hoy se trataba de hacer turismo y pasar una buena mañana con los amigos, no quedará para los records, pero ¿a quién le importan los kilómetros?