miércoles, 27 de abril de 2016

ALDEAS HISTÓRICAS PORTUGAL.- Etapa 1 Almeida-Sabugal

Quedamos dormidos en el hotel A Muralha tras una copiosa cena (me encanta eso de copiosa) portuguesa de las de antes, un “Menú Turístico” a 16 € que incluía un sopón de verduras y un estupendo solomillo de vaca con huevo o una gran ración de bacalhau a Bras, o frito, o con salsa de gambas y cervezas a voluntad. Se durmió como se pudo con ese exceso en la tripa y con los ronquidos del compañero, aquí cada uno sabe lo que hubo, que dormimos de dos en dos.

Al dia siguiente diana no muy tempranera porque había que esperar que llegara el pan del desayuno, en todos los hoteles nos pusieron esa excusa para refrenar nuestras ansias madrugadoras. El dueño nos permitió dejar los coches en su aparcamiento, cuatro días después estaríamos de vuelta para recogerlos. Durante el desayuno briefing oficial a cargo de Miguel, él hablaba explicando pueblos caminos y perfiles, pero cuando la vaca está rumiando suele dejar la mente en blanco así que no se nos quedaba nada. Da igual porque  luego el día se pareció a lo explicado como un huevo a una castaña.

Preparativos y engrases, unos con herramientas y aceite propios y otros, los de siempre, tomándolos prestados, mejor no dar nombres no sea que yo mismo no quede muy bien. Por fin a las 8,30 salida oficial por las calles de Almeida, o mejor, pre-salida oficial porque media hora después hubo que volver por uno que se había dejado la cartera.

Tras una vuelta turística por las murallas salimos bajo el arco para empezar a buscar las pistas que nos acabarían dejando en Sabugal a media tarde. El día nuboso y con lloviznas pero menos malo de lo que prometían los pronósticos. Primeros kilómetros en una refrescante cuesta abajo y parada sobre el puente medieval del río Coa, que se encajona allí en un rugiente desfiladero, con las lluvias recientes el caudal era tremendo así que mejor no pensar que luego tendríamos que vadearlo aguas arriba.

Vamos recorriendo las pistas embarradas y superando los arroyos de una u otra forma, en el primer pueblo nos cruzamos con unos rebaños de extrañas ovejas que tienen cuernos, ellos y ellas, así como churros retorcidos y abiertos, me he documentado y es la raza Mondegueira, propia de esta comarca de La Beira. Los pastores que las llevaban eran de raza normal portuguesa y muy deseosos de hablar, como todos los pastores que nos encontramos siempre.

A media mañana llegamos a Castelo Mendo, otra de las Aldeas Históricas. Entramos por la puerta de la muralla y nos damos una vuelta por el castillo y las calles empedradas, y nos hacemos la inevitable foto en el “pelouriño”, la picota o rollo donde encadenaban a los delincuentes para ejemplo general, los veremos en casi todos los pueblos.

Larga bajada por un camino flanqueado de huertas y alcornoques centenarios, baja y baja y llegamos al fin al río Coa, pero esto parece el Ebro, su caudal multiplicado por diez ruge y ocupa de orilla a orilla el cauce, hay remolinos y arrastra ramas, el cartelito indicador del GR22 y del vado están casi bajo el agua. Nos miramos en silencio y no hay que hacer votaciones, por aquí no vamos a pasar, media vuelta y a remontar el cauce interminablemente para buscar un puente. Este incidente nos cambia los planes, se acabó el briefing, ahora será cosa de sobrevivir y salir por donde podamos.

Remontando junto al río por caminos embarrados acabamos en una zona de molinos de agua abandonados, vadeamos varios arroyos y llegamos al pueblo de Jardo, aquí hay puente y por fin cruzamos. A estas alturas estamos mojados y embarrados, y con esa sensación de estar dando vueltas y no avanzar kilómetros de verdad.

Dios aprieta pero no ahoga, así que a partir de este momento los caminos pican para arriba y salimos de las profundidades de los valles sombríos subiendo hacia paisajes más despejados, lomas ventosas de granito duro y pueblos austeros y despoblados, Porto da Ovelha, Vila Maior, Rebolosa, muchos perros ladradores pero cero personas salvo en los localitos de la Junta de Freguesía y en el Hogar del Jubilado. No hay restaurantes abiertos a estas horas de comida españolas (ni a otras, me temo), así que apañamos en un bar tristón una triste “comida” con unas cervezas y unas bolsas de patatas y cortezas (turreznus), esta será la solución también otros días.

Finalmente a eso de las siete llegamos a nuestros destino, Sabugal, un pueblo grandón y más moderno, aunque también con castillo y restos de muralla. Alojamiento en el Hotel Robalo (lubina), un establecimiento moderno y bastante correcto donde su emprendedor propietario, el  Señor Robalo, oficia de recepcionista, director, barman, mozo de lavado, aparcabicis, técnico de mantenimiento y hasta de cocinero en el vecino Restaurante Robalo. Me recordaba esas marionetas en las que el mismo teleñeco sale de detrás de cada mostrador vestido con un uniforme diferente cada vez.

La cena en el restaurante Robalo, próximo al hotel, una antigua cuadra reformada con techos de madera, luces bajas y grandes jarrones de azucenas naturales, un entorno que seguramente merecía un público más romántico que estos siete ciclistas hambrientos. Mas estupendo bacalao frito con ajos esta vez, sopas, entremeses, ensalada de pamplinas (Maruxas), opípara cena aunque a precios algo altos para Portugal (22 €). Nos despedimos del Senhor Robalo, impecablemente vestido de cocinero esta vez, y nos vamos a la cama.

Primera etapa de 84 kms. Y 1.500 mts de ascensión, dura y mojada pero con hermosos paisajes, mañana a desayunar a las 8, cuando haya venido el pan.


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