lunes, 9 de mayo de 2016

ALDEAS HISTÓRICAS PORTUGAL.- Etapa 4 Castelo Novo-Dornelas do Zézere

Ultima etapa del viaje en un dia de muchas decisiones, como ya dije en anteriores posts somos trabajadores por cuenta ajena (casi todos) y nuestro tiempo es limitado, así que hoy tocaba completar la etapa, tomar un taxi a Almeida, coger allí nuestros coches y salir para Madrid a escape, que mañana es lunes y hay que trabajar.

Tras la gran dormida en Casa Petrus Guterri de Castelo Novo la diana de los whatsapps empezó a sonar tempranito, la Senhora María no nos puso la excusa de esperar al pan y se apuntó al madrugón.
Al juntarnos en el salón de la casa, que está en la tercera planta con vistas a todo el valle, allí teníamos otro megadesayuno de panes (el pan de Portugal se parece mucho al gallego) y de bizcochos caseros, las mermeladas esta vez de fresas y de pessegos, con los trozos de melocotón enteros para masticar y muchas otras cosas ricas. Masticamos y masticamos y nos preparamos buenos bocadillos de jamón y queso para llevar, ya se que en los hoteles te miran mal si lo haces, pero éramos los únicos clientes y el pan que dejáramos se iba a tirar.

Adiós a nuestra hostelera y bajada por el pueblo para tomar la carretera hacia el oeste, tras algún bucle extraño que hicieron los trazadores de nuestro track nos encontramos en la pista para Sao Vicente da Beira y entramos en el  primer pueblo, Lourical do Campo. Empezamos a callejear y nos encontramos con un gran gentío, parecía una manifestación política pero no llevaban pancartas sino mochilas y neveras portátiles. Les preguntamos si están evacuando el pueblo por una peste o por aviso de bomba, pero nos dicen que es una “Caminhada”, una especie de excursión colectiva de todo el pueblo. En Portugal siguen haciéndose lo que llaman “Scoutadas”, los Scouts siguen teniendo allí
mucha fuerza, no como aquí que la juventud se ha dado al vicio y a la mala vida.

Van cayendo los pueblos y las subidas, S. Vicente de Beira, Partida, pero todo nos parece llevadero porque tenemos en mente la gran tachuela de hoy, el ascenso a las primeras estribaciones de la Serra da Estrela, una subida larga y penosa por pistas en la que habrá que empujar bicicleta seguro. Esta etapa tiene 1.500 mts de ascensión, y al paso que llevamos tienen que estar al final.

Entramos por fin en el último pueblo y vamos callejeando, preguntamos dónde empieza la subida al puerto y los paisanos son indican el camino con sonrisitas, ellos saben la que nos espera. Comenzamos la ascensión por pistas de tierra con porcentajes de hasta el 20%, algunos directamente se bajan desde el principio, otros tratamos de aguantar por vergüenza torera pero caemos también unos metros más allá, y Miguel y Joaquín mantienen el tipo y no se bajan, quieren demostrar que los de San Martín de Valdeiglesias desayunan estos cuestones todos los días.

La pista se convierte en simple cortafuegos y entra en zonas de eucalipto con lo que a la dureza de la rampa se une el calorazo y el reseco, y nosotros venga a meter riñones empujando, aquí tienen desventaja los de las alforjas, esto es un auténtico via crucis aunque el peso lleve ruedas. Miguel sigue empeñado en no echar pie a tierra pero va a la par de los caminantes, ciclar ahora es tan lento como andar, pero mantiene la estética.

Y por fin después de cien rampas coronamos en la cuerda y vemos los molinos de viento, o las turbinas esas, normalmente nos gustan, primero porque indican el fin del suplicio, segundo porque a su alrededor suele soplar la brisita. Están montando una, hay camiones y una gran grúa, piezas por el suelo, todo de tamaño Goliath, ¡lo que les habrá costado subir todo esto hasta aquí, si a nosotros nos pesaban nuestras bicis!.

Comemos los bocadillos distraídos del desayuno mirando desde lo alto todos los valles, nos hacemos
muchas fotos y llamamos al taxi para que nos esté esperando abajo, en Dornelas, pongamos en media hora, porque ya todo es bajar y bajar…

Los que iban siguiendo fielmente el track ya sospechaban que no era así, primero, porque aún quedaban casi 300 metros de ascensión según el programa, y segundo, porque nunca nunca las cosas son tan fáciles como parecen en estas rutas. Seguimos la línea en los GPS y vemos que no baja, sino que empieza a subir por las crestas en el camino de servicio de los molinos, y esto ya no era lo esperado, dientes de sierra por esas pistas anchas pavimentadas con grava gruesa, el sol pegando de plano y mucho calor, interminable se nos hizo esa parte.

Ahora sí, última turbina de la línea, abajo el valle del río Zézere y el pueblito de Dornelas, bajada
vertiginosa e interminable por los pinares y entramos en el pueblo, hay que tomar algo y luego buscar el taxi. Como es domingo están todos los bares cerrados así que nos ponemos a subir al barrio alto donde nos aseguran que el restaurante “Dos Amigos” sí que abre, en aquellos rampones torturadores vemos rastros de actividad minera, vagonetas abandonadas, enfrente una gran escombrera gris.

Ya a la vista del restaurante, que en efecto estaba abierto, nos cruzamos con una gran furgo Mercedes muy vistosa que pega un frenazo, resulta que es la nuestra. Al volante Cristina, nuestra taxista, que nos deja echarnos unas cervecitas para tragar el polvo y se pone ella misma a subir las bicis, vaya meneo que tiene. Dudamos si comer aquí, el restaurante tiene una pinta estupenda, pero nos agobia lo lejos que estamos de casa, así que acabamos de subir bicis y mochilas y ocupamos el interior, qué lujo, estupendos asientos, aire acondicionado, las conversaciones van decayendo hasta que quince minutos después casi todos duermen. Cristina nos cuenta que ella era minera de las minas de wolframio del pueblo, pero que se ha comprado esta espléndida furgoneta y se ha reconvertido a empresaria, la creemos, es pequeña y delgada, pero con unas manos como palas.

Y así en esa paz vamos devorando kilómetros con el gusto de no ser nuestras piernas las que impulsan el avance por primera vez en cuatro días. Llegamos a Almeida y pagamos a Cristina su moderadísima tarifa, ahí dejo foto con su contacto, no dudéis en acudir a ella si necesitáis transporte por el centro de Portugal. Recuperamos nuestros coches y miramos un poco la tele en el hotel Muralha tomando algo y qué cosas, ahí están Rajoy y Sánchez y El Coleta, nada ha cambiado en España en cuatro días, qué pereza.

Vuelta hasta Madrid con alternancia en el volante y bastante conversación, nadie tiene ya sueño después de la dormida portuguesa. Llegada aún de día y parece mentira que hace cinco o seis horas estuviéramos en lo alto de una montaña en otro país viendo los valles, mañana a trabajar y a recuperar las rutinas y esta noche a dormir con la familia, bien está el cambio, que de tanto dormir con tíos peludos corre uno el riesgo de acostumbrarse!.

Esta última etapa tuvo 50 kms. y 1.500 metros de ascensión, aquí se notan el cortafuegos de los
eucaliptos y las interminables subidas del día. Un total de 280 kilómetros y 5.350 metros en los cuatro días, y no cuento los kilómetros de natación que tuvimos que hacer por los charcos y ríos. Una zona de Portugal aún por descubrir para el ciclismo de montaña, pero también para el senderismo o para el viaje turístico en coche, mucha naturaleza y mucha historia, algunos probablemente vuelvan pero seguramente con otra compañía, hay tiempo para todo!.


No hay comentarios:

Publicar un comentario