miércoles, 4 de mayo de 2016

ALDEAS HISTÓRICAS PORTUGAL.- Etapa 3 Monsanto-Castelo Novo











Penúltima etapa del viaje con un perfil en principio más “benigno” que las anteriores, un comienzo de mucha bajada y un final de bastante subida, que al final no fue tanta como se temía.

El día comenzó como los días que comienzan bien, es decir, con un gran desayuno para el que nos prepararon el comedor de la casa, me recordaba mucho al de mi abuela en Asturias, trincheros de madera antigua y mantelerías de lino y vajilla de porcelana, el sol entrando a raudales por la ventana, la gran mesa llena de cosas ricas de comer. En ese ambiente, ¿quién no disfruta? ¿quién no se relaja? ¿quién no piensa aunque sea en voz baja en mandar a la porra la ruta y quedarse a comer más y más?.

Destacaba por lo bueno la mermelada casera de “bobora” (calabaza), con un puntito de alguna especia que no supimos identificar, y por lo malo, como en todo el viaje, la falta de zumo natural de naranja, no debe de ser costumbre en Portugal, en todos los sitios el mismo Tang rebajado. También nos pusieron unos huevos revueltos con bacon, que conste que eso solo lo comemos en los días ciclistas.

Despedidas y con el uniforme planchado y la bici reluciente nos metimos por las callejas del pueblo buscando la salida, aquí el Sherpa tiró de GPS y nos sacó por un precioso camino empedrado y sombreado de alcornoques que ni sospechábamos que existía, yo creía que el acceso era único por la carreterilla. Enseguida nos encontramos al señorín que el dia anterior estaba en la Taverna Lusitana y que asistió al recital de música hasta que le echaron de allí, después de acabar con las reservas de vinazo del establecimiento. Aquí lo teníamos sin sombra de resaca y cumpliendo con su trabajo de sacar el burro y las tres cabras de su patrimonio. Nos saludó muy contento.

Larga, bonita y peligrosa bajada por esta calzada empedrada con curvas y porcentajes complicados, nos vamos alejando de Monsanto hacia Indanha-a-Velha por los campos. Tomamos un desvío para entrar en las zonas cerradas del parque natural y nos encontramos un grupo de unas diez mujeres y solo un hombre, el “bom día” sonó un poco raro y por eso vimos que eran españolas, bueno, y porque iban contentas y habladoras y vestidas de colores vivos, las portuguesas son más tristonas. Estuvimos un rato charlando y haciendo fotos y cada grupo se fue hacia su destino, no sin que nos previnieran sobre unos toros que nos íbamos a encontrar más adelante.

En efecto, en las últimas dehesas antes del pueblo de Indanha hay muchas vacas y un torazo fiero, después de muchos años por el monte en la bici sabemos distinguir las razas de carne y este era un auténtico toro de lidia, berrendo en colorao, astifino, enterándose y con la cabeza alta nos miraba desafiante desde el cercado que nos separaba del pueblo. Intenté yo trepar por una valla para pasar el río pero la ruta no era segura, así que no había otro camino que meterse en el cercado y pasar discretitos, con perfil bajo y rodeando la manada. Así se hizo sin percances ni cornadas y entramos en el pueblo a hacer la visita turística.

Indanha a Velha es un pueblo lleno de ruinas históricas: romanas, medievales y aún posteriores, con una muralla de varios metros de espesor  que cómo no, mira hacia España. Como suele pasar la población no puede aguantar el peso de tanta historia y se ha mudado a Indanha a Nova, el pueblo sin raíces que tiene toda la gente y la vida, aquí sólo quedan las piedras, los perros y los viejos. Nos dimos una vuelta, pateamos algunos perros ladradores, nos hicimos la foto en el paso del río y el pelouriño y nos reunimos en la salida tras buscar a Nico, que se había parado en una roulotte que vendía panderos de artesanía.

Gran subida a las zonas altas de la sierra, que estaba toda florida de jaras, y bajada a cruzar más ríos y torrentes desbordados, diversas opciones: saltos, lanzamiento de bicis  y al final renuncia total y paso con la bici al hombro y el agua hasta más arriba de las rodillas.

A eso de las cuatro entramos en Aldeia de Santa Margarida muertos de hambre y de cansancio y buscamos cómo no un restaurante para comer, cómo no sin resultado alguno. Hay una cervejaria oscura donde el dueño nos dice que no tiene cocina, que como su letrero dice él solo vende cerveza. Nos indica otro sitio regentado, menos mal, por un joven emprendedor deseoso de pillar unos euritos a cambio de un poco de esfuerzo, y aunque no tiene plancha (dice que el Gobierno se lo prohíbe) sale por el pueblo y vuelve con bolsones de patatas y bocadillos fríos de jamón y queso. Eso con varias cervezas fue ese día nuestra comida. En el ratito de relajo posterior algunos nos mostraron sus técnicas “Cómo dormirse sobre el tapón de una botella”, o “Cómo tomarse un café en piloto automático”, grandes lecciones de supervivencia que aprendimos bien.

Poco comidos y poco descansados salimos de nuevo a los caminos, pero ahora entramos en una zona de reserva natural que es una preciosidad y nos levanta el ánimo, hay carteles que lo anuncian y prohíben coger setas y espárragos, encontramos en el camino una tortuga de tierra y una culebra.
El día va declinando y nos vamos acercando a destino, Castelo Novo, que según el mapa está al final de una larga y penosa subida. Antes paramos otro rato en Atalaia y entramos en un bar, y, casualidad, tienen una gran tele dónde están retransmitiendo el Madrid-Rayo, como hoy andamos bien de tiempo decidimos quedarnos a verlo, que no todo va a ser bici en esta vida. Los atléticos, después de rabiar un rato, deciden seguir camino acompañados de los no futboleros, y los demás nos quedamos a disfrutar del espectáculo con los portugueses, que animan al Madrid por Cristiano y por Pepe.

Se acaba el tema y a pechar con las últimas subidas, preguntamos pero pasa lo de siempre, saben por dónde es pero no cuánto queda, las versiones van desde los 4 hasta los 8 kms. Subidas duras por carretera, a un lado una fábrica de jamones y embutidos nos abre el apetito, el fundador se ha erigido un monumento donde aparece su busto encima de un jamón de granito, detalle expresivo y de buen gusto. Pasados cuatro kms entendemos el equívoco, estamos llegando a Castelo Novo estación, para el pueblo queda otro tanto, se ve allá arriba en la montaña.

Castelo Novo está situado en la falda del monte rodeado de un paisaje verde y con mucha agua, hay plantaciones de frutales y bosque, ruiseñores cantando en los sotos, no se puede pedir más. El pueblo con núcleo medieval y castillo en lo alto, y también en lo alto nuestro hotel de esta noche, Casa Petrus Guterri.

Teníamos muchas expectativas con este alojamiento, era el más caro y tenía buena pinta en Booking, y no nos defraudó. Es el antiguo balneario completamente rehabilitado por la propia familia propietaria con buen gusto, madera y antigüedades por todos sitios, habitaciones amplísimas y luminosas, una para cada uno, allí dormimos como reyes sin oír más ronquidos que los propios, que como es bien sabido no molestan.

La dueña (Senhora María) es una mujer cariñosa y deseosa de atendernos, me recordaba un montón a mi abuela Elvira. Nos contó la historia del lugar y nos dijo orgullosa que el arquitecto que lo restauró es su hijo mayor, y el electricista su hijo pequeño. Para terminar tanta armonía familiar nos presentó a su marido, pero este no hacía más que vivir relajado en las habitaciones que tienen reservadas para ellos, mientras la señora trota por las escaleras atendiendo a la gente.

Tuvimos mucha tarde para conocer el pueblo, subir al castillo y pasear por las viejas calles, y para cenar en el restaurante que habían abierto para nosotros, a petición también de la señora María. Sopón de champiñones, arroz horneado con pato, más bacalaos y carnazas de porco a la parrilla, que son la especialidad. Estas cenotas deberíamos pagarlas sufriendo en la cama pero dormíamos como los ángeles, creo que el cuerpo llevaba tal déficit de calorías que asimilábamos todo según iba cayendo por el gañote.

Termina la jornada, 58 kms. y 1.000 mts. de ascensión, no mucho para lo que llevábamos en días anteriores. Aquí nos quedamos durmiendo en nuestras espléndidas habitaciones con la paz del que duerme solo, mañana última etapa y día complicado, porque hay que completar 50 kms con gran subida, pillar una furgo-taxi hasta Almeida, montar en nuestros propios coches y llegar a Madrid, todo en un solo dia. Las rutas van tocando a su fin y los blogs también, queda solo un último impulso, a por él!


1 comentario:

  1. Muchas gracias por colaborar al recuerdo de tan agradable experiencia con tus relatos. Han sido unos días fantásticos de bici y muchas más cosas, como bien escribes. MA

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