martes, 28 de abril de 2015

En Bici por el Moncayo (2)



Aprovecho la inercia de la cuesta abajo para remontar la siguiente tachuela y contar el segundo dia de nuestra excursión ciclista por la sierra del Moncayo, no bajes piñones, solo hay que girar los pies con mucho desarrollo y enseguida estarás arriba.

Nos quedamos en el artículo anterior en el albergue de Talamantes, como dueños y señores de la sala de literas, cada uno escogió la que quiso, arriba, abajo, cerca o lejos de la ventana, e incluso usamos el baño de chicas, ventajas que tiene el ser el único grupo del dia. Nos levantamos temprano y a las 8 estábamos, como acordado, en el comedor, con las maletas listas y esperando el desayuno. Pero el ritmo de Bárbara y Arturo no era nuestro ritmo, hay que calentar el fogón, freír todo lo freíble, dónde vais tan pronto que no hay prisa, al final a las 8,30 nos sentábamos delante de una gran fuente llena de huevos fritos, chorizo, jamón, bacon longaniza y todos los productos del cerdo que pueden pasar por una sartén, gran desayuno que nos dejó para el arrastre, a ver quién coge una bici para pegarse 2000 metros de ascensión después de esto.

Pagamos el ajustado precio, nos despedimos de la pareja y salimos por el río ya bastante tarde, el día entero era nuestro para dedicarlo a la bici. Enseguida nos cruzamos con un grupo de Ruedas Finas que nos gritaron que eran de Tauste, estos debían llevar pedaleando desde las siete. Remontadas tempraneras por una pista pedregosa y de porcentajes inverosímiles, vamos comentando que las zetas asustan cuando las ves de lejos, pero que en el fondo son signo de civilización, de ingeniero de caminos con oficio, las zetas ayudan a subir grandes alturas con porcentajes soportables, lo malo es cuando han trazado todo recto hasta lo alto de la loma, como en este caso, vas remontando porcentajes superiores al 20% y acordándote de los parientes del caminero.

Superamos valles y lomas siempre más alto, hoy es el dia más duro según los perfiles de ruta con unos acumulados que deberían superar los 2.000 metros. El paisaje en esta zona de la sierra está completamente quemado, lleno de esqueletos de encina chamuscada, una pena. Miguel nos comenta que ha tenido que estar ardiendo muchísimo tiempo sin que lo ataquen para producir tanto daño y tan extenso, no sabemos cómo andarán en Aragón de medios contraincendios. Tras mucho rato de este triste panorama pasamos a otros valles y aquí sí, el encinar se salvó y está verde, lleno de matos de romero y mejorana florecidos, con el ojo y la nariz alegres se nos hacen más cortas las subidas. Llegamos a un torrente que se hace arroyo y nos baja al pueblo de Calcena, con su alameda, sus corrales y sus caminos llenos de cagadicas de oveja, son olores distintos que los de hace un rato, tampoco malos.
 
Tramos de carretera y el río nos va metiendo por desfiladeros rojos, de acantilados llenos de cuevas, arriba vuelan los buitres y más arriba vemos en lo alto de las peñas a varios cientos de metros de altura la pista que nos espera, si pudiéramos tomar un helicóptero que nos dejara allí estaría bien, pero no disfrutaríamos tanto, claro. Curva a la izquierda y aparece Purujosa, subida en una colina con
sus casitas apelotonadas y del color del acantilado, al borde del precipicio, allí no llegaban las riadas ni los moriscos, pero esa seguridad se paga con una vida de subir y de bajar para todo, seguro que la gente tiene en este pueblo buenas piernas. Por un momento dudamos si perdernos la visita a un pueblo tan precioso y pasar de largo sin subir el cuestón, pero habíamos llamado al albergue anunciando que comeríamos o tomaríamos algo,  así que hay que cumplir el compromiso. Nos sentamos a descansar y tomar unas cervezas y unas olivas ricas, con mucho ajo, y yo compro un frasco de miel de 1kg, me puede lo que me gusta, ya lo pagaré acarreándolo en la mochila todo el día.

Una hora después ya estamos arriba de la pista viendo abajo la carretera que antes llevábamos, no ha sido tan duro una vez que te pones. Delante tenemos una desnuda cordillera caliza con cuevas en la base que parece una fila de muelas, “cariadas”, dice JM, “más bien con periodontitis”, puntualiza Nico. Pinchazo y aprovechamos el momento para descansar y tomar una barrita antes de afrontar el
único cuestón del día cuyo porcentaje nos vence, a meter riñones y empujar un buen rato.

Superado el trago seguimos por las pistas entre los pinares y casi sin sentir llegamos al refugio de La Majada Baja, pese a su nombre es el punto más alto del día si descartamos la caminata a la cumbre del Moncayo, que la descartaremos. Sorprendentemente la puerta está abierta, el interior bien remozado y limpio y hasta hay leña para el fuego, no como en otros que hemos visto, vandalizados. Aquí agarramos los bocatas de Bárbara para darnos un homenaje, madre mía, media barra de pan tostado con tomatillo rallado y aceite, y con al menos cuarto de kilo de jamón de Teruel, nunca me había comido un bocata tan pródigo, es pecado inflar así el pan habiendo bocadillos por ahí que pasan hambre, con su lonchita magra. Nos aplicamos con ganas y media hora después tenemos que envolver en el albal al menos la mitad, no hay quien pueda con todo. Nico trata de darnos envidia con el suyo, de tomate atún y anchoas, pero a la vista salta que no hay color, el suyo está mojado y se deshace.

Arrancamos de nuevo y enseguida el GPS marca el desvío hacia la variante del dia, el ascenso por la
ladera hasta el mismo pico del Moncayo, habíamos decidido no hacerlo por diversos motivos: es zona protegida y nos han dicho que no se puede ciclar, no hay pista, las retamas cierran el paso y un poco más allá hay nieve profunda. Nico odia renunciar a sus objetivos, así que se empeña en al menos intentarlo, y nosotros le seguimos un ratillo. Al poco nos damos la vuelta pero él no negocia, empuja la burra por los retamares y nos hace señas de adiós, así que lo abandonamos a su suerte y volvemos a la pista. Bajamos con un poco de remordimiento por el abandono y vamos viendo arriba la enormidad del desafío, el gran pico lleno de nieve, Miguel y JM apuestan a que no llega, pero yo se lo empecinado que puede llegar a ser, y dudo.

Al rato llamada en mi móvil, no se oye nada pero esperamos y poco después llega por la pista, se ha dado la vuelta al poco de dejarnos, demasiada nieve. Ya los cinco juntos disfrutamos la gran bajada y la variedad de paisajes, pinares, hayedo, acebal, roble, siempre por bosque fresco y siempre bajando, nos lo merecemos después del dia agotador. Abajo está el aparcamiento de los turistas que han llegado allí con menos esfuerzo que nosotros, cascadas, un refugio de montaña, acequias a los lados y muchísima agua.

El plano de ruta indica que hay una última subida ahora, y en la pista un letrero dice: Santuario 2 kms. Así pues alegría, quedan 2 kilómetros y unos 50 metros de ascensión, y aunque amenaza lluvia nos da igual. Mal, mal… todos nos engañaron, quedaban casi seis kilómetros (dos era por el atajo de andar), y otros 300 metros de subida, y se puso a granizar con rabia, así que ese último rato se nos atragantó bien, y llegamos al Santuario pidiendo socorro, agotados y bien remojados. Eso sí, en las últimas rectas salieron unos rayos de sol que nos regalaron una vista preciosa de arco iris entre mantas de agua con los pueblos al fondo, foto de portada.

Extraño este dormidero del santuario, un antiguo seminario o albergue para peregrinos un tanto monacal, pero limpio y bien mantenido. Los curas lo vendieron hace cuarenta años a una familia de la zona que se va dedicando a la hostelería en el filo de la rentabilidad y contra viento y marea. No hay traída eléctrica y funcionan con generador, el camino de llegada está lleno de piedras y el quitanieves no llega hasta allí, parece que el Gobierno de Aragón lo quiere comprar pero gratis, y en esa pelea están todos. Flora dirige el cotarro con mano de hierro en guante de hierro, nos había advertido de que no abriría si no hay un grupo de 20 (su break even), así que en realidad no sabíamos si dormiríamos hoy a cubierto o al raso. Aparece por fin el grupo de 20 y resulta que son solo 18, con lo que se ganan un broncazo de Flora, pero todos tomamos nuestras habitaciones y nos duchamos en los baños comunes (dos por pasillo), y ya todo se amolda y tranquiliza.

Subimos a pasear por el último tramo al Moncayo, hay bastante nieve y el camino está lleno de pinos derribados, estamos haciendo hambre para la cena, como si no tuviéramos ya bastante. Por suerte la especialidad del establecimiento es la comida, tienen buena cocinera y nos tomamos una sopa de pollo espesa que sabe a pollo, y unas albóndigas con salsa de tomate natural, estas cosas se notan. La calefacción funciona bien así que dormimos a gusto, eso sí, no hay enchufes para recargar los móviles, el generador no da para tanto.

Aquí nos quedamos dormiditos tratando de recuperar las piernas tras 65 kilómetros y más de 2000 metros de ascensión, un buen segundo día que era el más duro según los mapas, pero los firmes han sido buenos y el tener tantas horas por delante te permite repartir el esfuerzo. Mañana tenemos la última etapa, en teoría de transición y bajada, pero ya veremos que las cosas no son como salen en el papel, será otro dia duro con paisajes muy diferentes, voy a reunir fuerzas yo también para contarla. 

2 comentarios:

  1. Lo que pasa es que te dió envidia mi superjugoso bocata y no quieres reconocerlo!!!!!

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  2. Esperamos la tercera entrega.............................................................oe,oe,oe...oeeeee, oe oeeee

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