lunes, 14 de julio de 2014

Un Viaje a Uganda.

Hola viajeros, todos lo somos en una u otra medida, este blog andaba algo paradillo esperando grandes historias que contar, y ahora tengo una buena, nuestro reciente viaje a Uganda.

¿Porqué Uganda precisamente? Africa tira mucho, es un continente que está y estará siempre de moda. Conocemos bastante del norte, Marruecos, Egipto, Túnez, Argelia, pero si dices eso en el Africa negra (perdón por la anticuada y sospechosa expresión) te dirán de inmediato que eso no es Africa, sino otra cosa. En la parte africana de Africa conocíamos ya Kenia, y el viaje allí nos dejó con muchas ganas de más, así que el viaje estrella de este año tenía que ser a las tierras de Tarzán. Uganda es todavía un país fuera de los circuitos turísticos y poco anunciado, pero los viajeros vocacionales saben que Uganda es La Perla de Africa, en su tamaño mediano encierra todo lo que se puede querer descubrir: lagos como mares y lagos pequeñitos, islas, las cataratas más rápidas del continente, sabanas y selvas vírgenes, llano y montañas, calor y frío brumoso. Tiene además algo que engancha infaliblemente a los aficionados a la naturaleza, los últimos gorilas de montaña y chimpancés salvajes del mundo, ir allí es un acto de reivindicación y una ayuda potente para la conservación. Y por último, Uganda tiene algo que a nosotros nos tira mucho, una población de gente buena y nada maleada por el turismo, auténtica y deseosa de contactar y de intercambiar experiencias con el “mzungu”, es decir, con el hombre blanco.

Con todos estos argumentos y con mucho entusiasmo me puse a buscar un proveedor, no es nada fácil,
Kenia y Tanzania tienen una larga experiencia turística y muchos turoperadores expertos, pero Uganda está en mantillas en esto. Unas pocas agencias de Madrid y Barcelona especializadas en viajes de aventura ofrecen circuitos casi a medida, básicamente excursiones colectivas de al menos diez personas en camiones todo terreno especialmente adaptados, con pernocta en tiendas de campaña y alojamientos de nivel medio. Es una fórmula buena para hacer amigos, pero nosotros ya tenemos decidido, después de probarlo casi todo, que preferimos el viaje en pareja con guía y vehículo dedicado. Parece una fórmula carísima, pero buscando un poco la diferencia de precio no es mucha. Después de mirar por la Red contactamos con una empresa ugandesa (Mamaland Safaris) y apalabramos un circuito de quince días incluyendo las grandes atracciones del país, y también la extensión al norte, la reserva de Kidepo, más aislada e inaccesible, que no suele incluirse en los circuitos.

Nuestra impresión sobre el país: un nivel económico bajo, con una economía agrícola en niveles de supervivencia, carreteras que son más bien pistas forestales, muchos muchos niños de corta edad, no parece haber problemas de alimentación y el país hace un importante esfuerzo de escolarización, en algunas zonas sí parece haber problemas de trabajo infantil. Escaso desarrollo de la industria turística, con pocos alojamientos de nivel medio y precio bajo (que es lo que uno trata de encontrar siempre), tienes o campamentos para mochileros o lodges de lujo y precios prohibitivos. Por eso es muy importante el asesoramiento del proveedor local. Para no perderme en la descripción de los quince días que tuvimos, pongo un ranking de las cosas que hay que ver, primero las mejores a nuestro juicio.

1.- Visita a los gorilas salvajes en el Bosque Impenetrable de Bwindi. Este es para mí un top mundial en las
experiencias viajeras, lo más de Uganda. Otras agencias ofrecen la visita en los bosques de Ruanda, pero allí los gorilas están cerca, la gente dice que es como ir al zoo. Aquí te lo tienes que ganar, son dos horas de caminata por laderas muy escarpadas hasta que encuentras al grupo, pero una vez allí ¡qué experiencia!, qué animal tan hermoso, qué inteligente parece. Nuestra presencia no les molesta, viven su vida de comer y dormir en el inmenso plato de ensalada que es la jungla, a pocos metros de ti, sin sentirse intimidados, más bien parecen interesados en nosotros. Intentan aproximaciones disimuladas, se acercan y te miran a menos de un metro, los bebés se columpian enseñándote sus habilidades, en dos ocasiones los machos dominantes se nos echan encima y nos pegan un empujón, según el guía para jugar y probarnos. Es una experiencia de las que te marcan y te dan qué pensar. Los permisos para verlos son carísimos, según la época entre 600 y 750 $, pero el montaje de su conservación incluye guías, porteadores, rastreadores, guardería, instalaciones, y teniendo en cuenta que en el grupo íbamos cuatro turistas con diez acompañantes, a mi juicio lo vale. Ya se que por ese precio puedes pasar una semana en Roma, pero a mí esto se me queda, y lo otro no tanto. Esta es además una eficaz contribución al futuro de la especie, gracias a estos ingresos su número no para de crecer. En los tiempos de Idi Amín quedaban solo 30 gorilas censados en Uganda, en los carteles explicativos del parque pone que son ya 300, pero los propios rastreadores han puesto a boli el último censo: 430. En efecto, los animales parecen lustrosos, bien alimentados y con la piel brillante, psicológicamente felices, y hay muchos bebés. El área en la que viven es realmente remota y de bosque virgen, pero no os preocupéis por lo de la caminata, la gente va al ritmo que marquéis y todos podemos hacerlo, hasta los más desentrenados. Eso sí, cuando os ofrezcan los porteadores tomad al menos uno, en los pasos difíciles es de gran ayuda.

2.- Visita a los chimpancés salvajes del bosque de Budongo. El chimp estuvo también al borde de la extinción en libertad, pero desde la protección se ha recuperado espléndidamente, hay 600 ejemplares solo en esta zona, se calcula que unos 6.000 en Uganda. Este es el bosque donde realizó sus investigaciones durante más de 40 años Jane Goodall, la gente tiene por ella auténtica reverencia. Pese a lo que la gente cree, el chimpancé es un primate menos comunicativo que el gorila, no se deja ver con facilidad y nosotros solo llegamos a tenerlos a cierta distancia, aunque vimos muchos. Pasan de los humanos y van a su bola, no les interesamos. Un aliciente añadido, pasar la noche en el Budongo Eco Forest Lodge, un alojamiento de cabañas prefabricadas de madera lujoso y agradable, metido en la selva más espesa, menudo estruendo de pájaros, monos y demás fauna al amanecer. Atentísima la gente de este lodge, qué gusto cenar a la luz de las velas y al aire libre con manteles de hilo y vajilla de porcelana (como en Memorias de Africa), y todo por un precio razonable.

3.- El parque Natural de Murchison Falls. En las cataratas Murchison el Nilo salva un desnivel de unos 60 metros cayendo por un estrechísimo desfiladero, os podéis imaginar el estruendo y el vértigo que da ver esa inmensa masa de agua que se comprime y ruge, te vibra toda la carcasa estando allí cerca. El agua rebota contra las paredes de roca, y nubes de agua pulverizada salen del desfiladero entre arcoíris. El lugar se visita en un barco que sube desde el paso, a unos 20 kms río abajo, pero no puede acercarse mucho por la fuerza de la corriente, hay que repetir por tierra al dia siguiente, la pista te acerca a los miradores que dominan el desfiladero y allí te haces unas fotos y vídeos impresionantes. El parque tiene muchos otros sitios que ver, os llevarán a varias salidas en el vehículo para ver jirafas, elefantes, búfalos, leones y, si tenéis suerte, leopardos. Bajaréis hasta el Nilo varias veces a ver hipopótamos y cocodrilos, el paseo por las riberas resulta muy agradable. Nosotros nos alojamos en el Red Chili, un camp de nivel medio y ambiente mochilero, pero muy bien situado, hay cabañas y tiendas fijas. Por la noche subió un hipopótamo desde el río a pastar el césped entre las tiendas, un espectáculo algo inquietante.

4.- El parque natural Queen Elizabeth y el canal Kazinga.- Es el parque más extenso del país, realmente una inmensidad con muchos ambientes diferentes: sabana de acacias, sabana de palmeras (este paisaje era nuevo y espectacular para nosotros), selva cerrada, lagos y siempre el Nilo, omnipresente. Se hacen varios game drives en los que tienes asegurado ver elefantes, jirafas, leones y varias clases de antílopes. El paisaje de algunos valles verdes llenos de palmeras y grandes herbívoros es como el del día de la creación, solo falta el fondo musical de Elton John en El Rey León. La excursión en barco por el canal Kazinga es otro top, los elefantes se bañan y pelean en la orilla, ahí mismo. Se visita también el mirador sobre el lago salado, y aquí merece la pena pedir al guía que os baje a conocer la realidad de los trabajadores de la salina, que amablemente os harán una demostración de cómo mueven el agua y cómo la esparcen una y otra vez hasta lograr una capa cristalizada que se recoge en montones y luego se vende. Un trabajo duro y mal pagado, agradecerán una propina, bebidas, caramelos y lo que queráis darles.

5.- El parque natural de Kidepo.- Como digo por ahí, está en el remoto norte, en la frontera con Sudán.
Hay que plantearse si incluirlo o no en el viaje, porque es duro llegar allí (salvo en avioneta, que encarece el viaje bastante), las carreteras son malísimas, y los alojamientos precarios, se vive dentro del parque así que no hay restaurantes, hay que llevarse las provisiones y cocinar allí. El paisaje es verde y precioso, pero no hay muchos animales (diez años de pillaje de la guerrilla tanzana lo dejaron arrasado). La gente es en esa zona muy pobre y el paisaje está intocado, allí se ven los verdaderos poblados de chozas tradicionales, pueden visitarse (Loloko), es una visita que merece la pena. Si queréis ver lo más mollar del país en diez días no vayáis, pero si queréis conocer de verdad Uganda no os lo podéis perder.

6.- El área volcánica de Kibale.- Un maravilloso conjunto de lagos en antiguos cráteres rodeados de selva espesa, un ambiente húmedo y neblinoso, nada que ver con lo que uno se cree que es Africa. Junto al lago Nkuruba hay una zona de selva llena de monos, colobos negros, colobos rojos, colobos de cola roja y Vervets, salvajes pero acostumbrados a la presencia humana, peleando y posando para la cámara. Imprescindible.

7.- Ishasha y los leones trepadores. El león es un pésimo trepador, pero en esta reserva se han acostumbrado a dormir en lo alto de las higueras. Lograréis avistar algunos, pero si están lejos del camino solo veréis las colas y patas colgando. Esta es otra diferencia con Kenia: allí puedes acercarte en el coche hasta los animales, en Uganda está prohibido el off road, así que si no tienes mucha suerte solo los verás de lejos, con prismáticos.

8.- El lago Bunyonyi.- Uno más de los varios lagos de la zona, en este hay islas con lodges turísticos a los que solo puedes acercarte en canoa. Se puede alquilar una tradicional de tronco vaciado (ingobernable, pero divertida), nadar o visitar las plantaciones de té y los mercados de los pueblos. En la colina que domina la zona está uno de los restaurantes más agradables del país, el Lake View, te puedes tomar una rica tilapia asada en la terraza mirando el paisaje.

9.- Las plantaciones de té.- Muy abundantes en el camino entre Queen Elizabeth y Fort Portal y en varias áreas montañosas, siempre nos producen una sensación de paz con sus hileras de arbustos verdes bien ordenadas y su ambiente húmedo y nublado. El lodge llamado Chimpanzee Wiew Guest Cottage está junto a una de ellas, las vistas desde la cabaña que nos dieron son las mejores que hemos tenido nunca, en ningún viaje: árboles, valles, flores, plantaciones de té, pájaros coloridos y cantarines que no tienen otra cosa que hacer que venir a darte la serenata, un sitio para morirte y que te entierren.

10.- La gente.- Como ya he dicho, la gente es pobre, y hay muchísimos niños. El turismo es aún raro, así que parece como si la gente no supiera aún cómo reaccionar. Nadie te aborda, nadie te pide nada, las familias consideran denigrante mendigar y así se lo inculcan a sus hijos, así que los críos mantienen un simpático interés y te preguntan cosas básicas en inglés, pero no piden. Si sales de la calle principal y te metes por los poblados se forma un revuelo de críos (“¡mzungu!, ¡mzungu!”), y muchas personas te abordan para darte la bienvenida y agradecerte que hayas ido. Es bueno llevarse material escolar (cuadernos, bolis, ceras, calculadoras pequeñas), y donarlos a las escuelas a las que os llevarán, los niños son un encanto y tienen mucho interés. Si lleváis un Ipad y hacéis una foto a la clase y se la enseñáis, les encantará. También se puede llevar una buena carga de chupachups o piruletas (no caramelos sin palo, es un peligro), pero mejor entregarlos a la madre de familia o la maestra para que lo reparta, si no puede haber una revolución.

11.- La comida.- No hay congeladores fuera de Kampala, ni granjas de pollos, así que todo lo que os sirven es fresco y natural, los guisantes son de vaina, el pollo estaba corriendo por la calleja hace un rato (son musculosos y duros, tampoco conocen la olla a presión), los huevos son de gallina casera. La comida local es muy básica, casi toda vegetal: arroz, Matoke (pasta frita de plátano macho), Yaams (un tubérculo morado que sabe a castañas), Mandioca hervida, Ugali (masa de harina de maíz), todo acompañado de salsa de carne y cacahuetes, y quizá un hueso con algo de carne para roer. No es costumbre comer pan. La gente está acostumbrada a lo frugal, da un poco de reparo pedirte un buen filete cuando por allí no lo catan casi nunca. Nosotros dimos a los guías unas barritas de muesli y chocolate y nos confesaron que aquello era lo más rico que habían probado. La cerveza es cara pero está muy buena, pero eso sí, solo tibia. La piña tropical es muy dulce, y los aguacates son grandes y en su punto de maduración, hay que probar la caña de azúcar y el Jackfruit, una especie de calabazón parecido al Durián. Comen bastante pescado, siempre de agua dulce: tilapia, siluro, pequeños cíclidos de lago, suele ir ahumado o salado, se puede probar, está bastante bueno. Como he dicho las comidas son frugales y nada se desperdicia (deberíamos aprender nosotros), así que cuando llegáis al alojamiento lo primero que os preguntan es qué vais a cenar y a desayunar, para prepararlo expresamente.

12.- Los pájaros.- Seas o no aficionado a la naturaleza, los pájaros en este país te llamarán la atención:
variadísimos, de colores llamativos, muchos con un canto agradable, te hacen pensar que las especies que emigran a España son lo más soso de Africa. Hay uno que canta de noche y su ruido es idéntico al de mi móvil cuando se está quedando sin batería, me tuvo sobresaltado muchas noches. ¡Llévate prismáticos!. 

13.- Las compras.- Hay algunas tiendas de artesanía, básicamente figuras de madera, cestos de hierba trenzada, bonitas telas de colores, ropa y calzado de diseño africano, chanclas de neumático reciclado y bisutería de tipo Masai. Puedes traer un estupendo té verde, y el arroz ugandés es muy bueno también.

14.- Las ONG: están por todos sitios y forman una verdadera industria paralela, mucho dinero está entrando en el país por esta vía, seguro que la mayoría son sinceras pero alguna nos pareció sospechosa. Por ejemplo, cualquiera puede aparentemente montar un orfanato y pedir donaciones, no parece haber mucha supervisión, yo limitaría mis aportaciones a las grandes y bien auditadas, para evitar abusos. Urgente, por favor, que alguien monte una ONG para acoger a los niños y a las mujeres con bebé a la espalda que pican a mano la grava en las canteras de la zona de Kabale.

15.- Qué no debes olvidar: repelentes y pulseras para mosquitos, una mosquitera de campaña, crema solar (30 al 50), gafas de sol, prismáticos y material fotográfico, ropa tipo safari con mangas largas y de colores claros, gorros, un Polar para los días frescos, chubasquero ligero, una mochila pequeña, algo de comida de reserva (barritas y tal), calzado cómodo y muchos calcetines. Se pueden llevar algunas medicinas, pero las farmacias de allí, aunque parezcan destartaladas y vacías de todo, tienen sorprendentemente la mayoría de los genéricos que puedas necesitar. La gente se obsesiona con el material de montaña, botas, palos plegables y demás, si lo tienes llévalo pero si no no pasa nada, en el trekking te dan un palo de madera y hasta te alquilan las botas de agua. Se puede sacar moneda nacional en cajeros (ojo, Visa y no Master) y elcambio es el oficial en todos sitios. Aceptan también euros y dólares al cambio oficial, pero es cierto eso de que no quieren los dólares anteriores al año 2001, no los toman en ningún sitio. En cuanto a las propinas, hay que darlas si te hacen un servicio (las señoras te cogen el maletón y se lo suben a la cabeza, te da complejo de vago), pero no vayáis por ahí soltando dinero a todo el mundo, o pareceréis los reyes magos.

En resumen, un viaje fascinante y recomendable, decide qué quieres ver y planéalo con cuidado (eso es parte de la diversión), conozcas ya Africa o no Uganda te va a impresionar, este no es un viaje por zonas turísticas y trilladas, es aventura de verdad, así que si las cosas no salen exactamente como se planearon ¡Akuna Matata!.






martes, 13 de mayo de 2014

El Mercado de Ganado

Hemos pasado unos dias en Unquera, en la raya entre Cantabria y Asturias,  el rio Deva Cares separa allí dos provincias y dos comunidades autónomas, estás aquí en Unquera y estás en Cantabria, las vacas son cántabras, cruzas el puente y estás en Bustio, en Asturias, ahora les vaques son asturianes.

El viernes, mientras desayunábamos las corbatas de cada día (en Canal, por supuesto) notamos en la cafetería una agitación inusual, mucha gente nueva, y preguntamos al dueño qué ocurría, nos contó que se celebraba en las campas de la ría (orilla cántabra) la exhibición de ganado, y nosotros, ávidos siempre de novedades y de cosas auténticas nos fuimos para allá a verlo. 

Una mañana muy divertida, mucha cosas que ver y aprender, de los bichos y de la gente, parece mentira que aún queden cosas como esta, parece una estampa bajada de una novela de Jose María de Pereda. Un recinto marcado sobre la hierba, junto al camino, un escenario provisional con altavoces que lanzan su música (asturianadas y canciones de la Montaña) con cencerros de cobre preparados para premiar a las mejores vacas y unos cuantos corrales provisionales con carteles que indicaban la raza de los animales, y el nombre del criador y su pueblo.

De momento es temprano y hay aún poco ganado por allí. Enseguida se ve lo mal que está el sector lácteo, sólo hay a  la venta ocho o diez novillas frisonas, todo lo demás es ganadería de carne, la mayoría razas autóctonas: Tudancas cántabras, con su aspecto de vaca de Astérix, capa gris metálico y gran cornamenta blanca retorcida y abierta, las Asturianas de Montaña, pardo clarito con formas redondeadas, patas cortas y ojos grandes y dulces, la Asturiana de los Valles, de bonito color rojizo, larga y musculosa (o carnosa), y la Parda Asturiana, una vaca que no veía yo desde que era pequeño, antes todas las que había por el monte eran así, gris claro, luego llegaron las manchas blancas y negras y lo invadieron todo.   Se ven también algunos especialistas en razas más exóticas, uno vende tres ponies, otro un rebaño de cabras enanas africanas, otro tres hermosos toros Highland escoceses, con sus inmensos cuernos horizontales y su largo pelo rojizo, estos sí que te retrotraen de verdad a la edad media.
Poco a poco el ferial se va llenando, los ganaderos con su inseparable vara de avellano en la mano para arrear un poco a las vacas (o un mucho, dependiendo de su humor y alegría), los tratantes con sombrero flexible demasiado pequeño para su cabezota, algunos paisanos que miran las vacas fingiendo poco interés, y unos pocos turistas como nosotros. Los perros de pastor son un espectáculo, ya son casi todos de raza Border Collie, permanecen acostados en tensión con un ojo fijo en sus vacas y otro en sus amos. Un turista trae un border faldero y el pobre perro descubre su vocación, se frota sobre las cagadas de las vacas para oler como ellas, mira con envidia a sus colegas profesionales,  es que lo llevan en la sangre.

Algunas mozas reivindican su origen, vienen con la vara en la mano y las madreñas en los pies arreando el ganado, como la Vaquera de la Finojosa, pero con el ojo pintado y mirando de reojo a los mozos, que parecen más interesados en tomar cervezas y calimochos apoyados en la barra de la cantina portátil. De cuando en cuando llega un camión al inicio de la pista y bajan más rebaños, y allí hacen su entrada triunfante en el recinto ferial, el dueño al frente hinchando el pecho orgullosísimo de su ganado, todos los demás ganaderos haciendo túnel con la vara en la mano hasta el portón del cercado asignado, un ritual que se repite una y otra vez. Cuando el rebaño es de vacas Asturianas de los valles o la montaña todo es tranquilo, cuando es de Tudancas todo el mundo se pone más nervioso y levanta el palo, la tensión se masca, esta raza es verdaderamente salvaje, y al fin llegan corriendo y levantando una gran polvareda, parecen una estampida de ñúes brincando y amagando cornadas a los lados hasta que entre todos logran meterlas al redil.


El día va avanzando y la feria está en su apogeo, todos los corrales están llenos de animales y toda la explanada llena de gente haciendo corrillos y comentando, por debajo de lo que se ve está lo que ocurre de verdad, los regateos y los tratos, de eso los turistas ni nos enteramos. Ya hemos mascado bastante polvo, muchas impresiones, con el olor del cucho en las narices y algo ensordecidos por la música de la gaita (qué instrumento más penetrante) damos por terminado el espectáculo sin quedarnos al reparto de cencerros, aprovecharemos el día, ¡hay muchas otras cosas que hacer en el Cantábrico!. 

miércoles, 7 de mayo de 2014

Montes Universales (2) Tragacete.

 Fotos del día
Segundo dia de nuestra excursión ciclista por el Alto Tajo y los Universales, para mí el mejor de los tres, por paisajes y por ganas. El dia anterior había sido extraño, por el viaje previo en coche, por los largos tramos de carretera… este en cambio fue estupendo del principio al final. Seguimos por tierras aragonesas, pero saltando a Cuenca de vez en cuando, el tiempo de momento fresco y bueno para la bici, pese a los pronósticos de momento no llueve.
  
Tras un copioso desayuno en Bronchales (¿qué es eso de copioso?), nos pusimos a preparar las bicis, que habíamos dejado durmiendo en la discoteca del propio hotel, me hice una foto junto a la jaula de las go-go girls, el tiempo no pasa por algunos sitios. Foto delante del hotel, pagar, despedida y a tirar para arriba por la pista que sale detrás del pueblo y sube de firme hasta alcanzar los pinares altos de la sierra. Bonitas praderas alpinas y pinos cerrados, el suelo barroso y mojado hasta llegar a la Fuente de los Maquis, en honor de los últimos los guerrilleros republicanos. Hay pequeños ríos por todos lados, con el cartel de “Aguas de Alta Montaña”, eso son truchitas bravas y difíciles de pescar.

Tras las duras subidas toca una larga y agradable bajada por los pinares hasta Noguera, por el camino encontramos varios abrevaderos hechos con troncos de pino y un chorrillo que dice “Fuente Amarga” o “Fuente de Hierro”. Brota de un caño en la pared, y tanto el cuenco como el terreno alrededor están salpicados de rojo, aunque el agua parece clarísima. Con mucha curiosidad nos ponemos a beber y en efecto, sabe como si chuparas un tubo de hierro, ¿cuándo he chupado yo un tubo de hierro? pues no se, de pequeño, la sensación se me quedó. Fortalecidos por tan férrea bebida entramos en Nogales, un pueblo serrano y aragonés, aquí debe helar de firme, porque las aceras tienen barandillas como si fueran escaleras, para no resbalar. La iglesia tiene un curioso reloj de sol (dice “Almanaque San Román”, como si fuera algo patentado) con los meses del año y unos números misteriosos, a ver quién averigua para qué sirven, bueno, servir para nada, porque le falta el gnomón. Hablamos con  una señora sobre unos troncos retorcidos que tiene a la puerta del garaje, dice que es madera de jara, ideal para hacer chuletas en el monte. Le hago una foto con ellos “¡no me saques a mí!”, lo siento señora, ya está hecha, hasta estos pueblos ha llegado la preocupación por la imagen.

El track marca salida por arriba del pueblo, o mejor dicho, trepada por la ladera del valle hasta llegar a una carreterilla junto a un humilladero de ladrillo, humillados nos deja a nosotros la subida tan violenta. Seguimos por pistas y pinares, de cuando en cuando aparecen zonas de fina pizarra muy negra pobres en pinos, como si hubieran hecho un vertido de alquitrán en ellas, quizá sean pizarras bituminosas, no lo diremos muy alto para que no vengan aquí los del fracking a devastar el bosque. Mas subida por pistas y llegamos al punto más alto de hoy, sobre los 1.700 metros, miramos el paisaje, nos oxigenamos y nos tiramos cuesta abajo otra vez.

Por caminos llanos llegamos ya al pueblo de Griegos, no sabemos porqué se llamará así, pedaleamos perezosos por las vegas y me paro a leer la inscripción que hay en una cruz de cemento junto al camino, vaya, que triste y qué bonito, la levantó en 1957 “la juventud de Griegos” in memoriam por Maria Soriano, de 18 años, muerta en este mismo sitio alcanzada por el rayo. Más poética parece esta cruz que los cientos de ellas que hay por las carreteras conmemorando accidentes de tráfico, pero en efecto el cielo está encapotado y el terreno es muy abierto, así que aceleramos el paso, no vayamos a correr la misma suerte.

Atravesamos el pueblo sin parar y luego ciclamos por la dehesa boyal hasta llegar finalmente a Guadalaviar, muertos de hambre y con ganas de echar algo al cuerpo que no sean barritas y agua. Preguntamos por allí y nos dirigen a un bar muy majo y alternativo, con una bandera del Ché en la pared, un bajo eléctrico colgado de un gancho y un tabernero joven y con las orejas llenas de pendientes que nos ofrece todo tipo de
bocadillos calientes, pinchos, cervecitas heladas y buena conversación, el bar es alternativo, pero serio en lo fundamental, en la comida. De postre una compota de manzana receta de su abuela que está de muerte.

Sin tiempo para la digestión salimos por las mesetas altas buscando el nacimiento del Tajo, el paisaje ahora es de dehesa abierta, aquí deben de pegar fuerte el viento y el frío porque hay  sabinas rastreras que han preferido crecer a lo ancho y no a lo alto y forman un curioso paisaje, como si el suelo estuviera lleno de gigantescas boinas verdes. Un laguito, un regato y nos enteramos por los carteles de que aquí nace el Tajo, quién lo iba a decir. Hay cinco desproporcionadas estatuas monumentales pintadas de gris: el Padre Tajo, un toro, un caballero, un cáliz, una península de España, seguramente todo esto tiene un significado, pero  vaya usted a saber cuál es, todo junto parece una tienda de los chinos. De todos los nacimientos que veremos en este viaje el del río Cuervo es el único que lo parece de verdad, un nacimiento como es debido: un chorro de cascadas que salen de la roca haciendo ruido, los demás son sólo charquitos. Por otro cartel (qué exceso de información), me entero de que las truchas comunes pueden ser de tipo atlántico o mediterráneo, y que hay aún una variante aragonesa.

A la bici de nuevo y a seguir subiendo, y esta vez entramos en la parte más bonita y agradecida de la ruta, las navas de Valtablado, una gran llanura verde rodeada de bosques a mucha altura, el tiempo un poco neblinoso pero con mucha visibilidad, vamos ciclando lentamente por los márgenes y viendo cosas: rebaños de ciervos, un zorro que atraviesa corriendo los prados, caballos y vacas, un paisaje de película de Canadá. Llegamos a unas casas cerradas, pero recién restauradas para alojamiento rural, son unas antiguas salinas, hay unos estanques preparados para salar y agua, mucha agua por todos lados. Y barro, muchísimo barro, las ruedas de las bicis han adquirido una gruesa capa de barro y de grava, pesan varios kilos más de lo habitual, y se atascan los pasos de rueda. Me gustan los filetes empanados, pero las ruedas empanadas no son divertidas, cada poco rato hay que parar y con un palo quitar lo posible. La marcha es penosa, pero el paisaje nos compensa sobradamente.
Pasamos muchas portillas y ninguna tiene candado, yo voy pensando “que gente maja los aragoneses, en Madrid y Avila cada dos por tres tienes que saltar vallas, aquí se fían y están abiertas”, pero veo por los carteles que estamos de nuevo en Cuenca, en el Parque Natural de la Serranía, para que te fíes de los tópicos. En esta última parte de la ruta volvemos a remontar hasta los 1.700 metros, y a estas alturas las piernas ya no responden igual. El paisaje ahora sí es típico del alto Tajo, grandes plegamientos calcáreos, como masa de hojaldre esponjosa que la cocinera hubiera estado doblando y redoblando. Creo que estoy
ya muerto de hambre, este símil es muy indicativo, vamos a llamar a Tragacete a reservar una habitación en hostal con buen restaurante, lo estábamos aplazando porque no sabíamos si completaríamos ruta, pero parece que sí.

Sorpresa, los hostales de Tragacete están a rebosar el de El Gamo nos dice que tiene un grupo de ¡45 senderistas!, acaso vamos a tener que dormir sobre el sillín? Finalmente nos ofrece abrirnos unos apartamentos que tiene, y aceptamos sin verlos, la cosa es pillar una cama.

El camino ya por fin empieza a bajar, y bajar y bajar, ya era hora, pasamos por el presunto nacimiento del río Júcar, otra charquita, y pasamos por desfiladeros que mañana retomaremos en dirección contraria. Paramos en un algo desangelado albergue y tenemos tentaciones de quedarnos, así nos evitaríamos mañana seis kilómetros de subida, pero tenemos apalabrado el apartamento y le haríamos al hombre una faena, además este albergue parece muy básico, comida limitada y dormir en literas con desconocidos roncadores (para eso tenemos los nuestros), así que seguimos bajando y al fin llegamos a Tragacete y preguntamos a unos paseantes que nos encaminan a El Gamo. La señora ofrece traspasarnos su recién cerrada pensión, rechazamos amablemente, pero la dejamos jodida cuando le comentamos que Tragacete tiene los alojamientos a rebosar, debe pensar que dónde estaban esos turistas cuando ella era mesonera.

Hostal El Gamo, el apartamento apalabrado resulta fantástico, tres habitaciones dobles y dos baños, ascensor y toda la pesca. El restaurante muy bueno también, laureado por varias guías, acierto total. Dejamos las bicis a buen recaudo, nos duchamos y cenamos como corresponde, o sea mucho, migas con huevos, gamo a la plancha, albóndigas, todo ligero para tener buenos sueños. El dueño nos da palique y nos comenta que van a cerrar el cuartel del a Guardia Civil del pueblo y van a apatrullar desde otro cuartel a 50 km., y se van a gastar en gasolina lo que antes en mantenimiento del cuartel, esos son los ahorros de los políticos, dice.

Y así, con las piernas cansadísimas pero el buche lleno nos vamos a la cama sin ganas siquiera de dar un paseo por el  pueblo, me toca con Juan Manuel en el cuarto, puedo certificar que él no ronca y él dice que yo tampoco, entramos más bien en la categoría de los “respiradores fuertes”, no como otros. El dia ha sido duro, casi 90 kms y 1.500 de ascensión, pero el paisaje ha compensado y hemos seguido bien los tracks, no como mañana, que resultará un dia aciago, pero me callo que estoy reventando el artículo siguiente.Fotos del día

miércoles, 30 de abril de 2014

Montes Universales. Dia 1 Beteta.

Aquí estoy de nuevo escribiendo sobre bici de montaña, tras mucho tiempo sin hacerlo. El colapso de Blogsome se llevó por delante mi curradísimo blog anterior (aunque guardo un backup), así que ahora, desde Blogger, voy a tratar de seguir con la tradición. Dos cosas tiene que tener siempre presentes el que ha decidido confiar plenamente en el mundo virtual: que puede perderlo todo y tener que volver a empezar desde cero en cualquier momento, y que aprender una herramienta nueva y más moderna es duro al principio, pero compensa siempre.

Lo de la excursión betetera de primavera es ya una tradición de años: dos Transándalus, el Camí de Cavalls en Menorca, siempre tratamos de pillar un finde largo para conocer sitios nuevos, y de paso prepararnos para los desafíos duros del calendario betetero. Aunque este año no nos hemos apuntado para El Soplao, estar en forma es siempre un valor.

En esta ocasión se trataba de conocer los Montes Universales, la zona del Alto Tajo y la Sierra de Albarracín y el nacimiento de los ríos Cuervo, Jucar y Tajo, incentivos suficientes para pasarte tres días pedaleando por esas soledades. Y soledades fueron, yo diría que durante al menos el 80% del tiempo estuvimos ciclando sin ver a nadie, solo ciervos, pajaritos y truchas.

Finalmente nos apuntamos cuatro, Nico (que aportó los tracks), Juan Manuel (furgoneta), Jose María (conversación),  y yo mismo que no aporté nada, normalmente llevo la intendencia de hoteles y restaurantes, pero esta vez habíamos decidido ir a la buena de Dios y fiarnos de la suerte, a poco tenemos que dormir sobre la bici en Tragacete.

Tras reunirnos y dejar los coches en Nico´s emprendimos viaje en la furgo repleta de bicis, mochilas, cascos y demás hasta acercarnos a la zona de La Alcarria, hay que ver qué lejos está eso de las carreteras radiales y cuánto tienes que meterte en la España profunda. Dos horas y media de viaje y aparecimos en Beteta (patria de los beteteros, nosotros, los de la BTT) en pleno día de mercado, pero de diez puestos dibujados en el suelo solo había uno ocupado, así que aparcamos sin problemas delante de la iglesia. Preguntamos a los verdaderos beteteros si nuestra furgo molestaría si se quedaba allí tres días, pero se rieron, en esta época no son coches lo que sobra en estos pueblos, otra cosa será en agosto. Las tres clientas del puesto nos indicaron cómo salir hacia Masegosa y para allá que partimos, remontando un cuestón inicial para calentar piernas.
Siempre duda uno sobre cómo llevar mejor las pertenencias, JM y yo somos partidarios de la mochila, Nico y Jose María de las alforjas, pero a mí no me gustan, hacen la bici muy pesada y además hay una cuestión de fondo, casi de religión: me gusta tanto mi bici que no la quiero afear con aditamentos,  ni siquiera con una bolsita de herramientas bajo el sillín. Jose María estrenaba alforjas pero había elegido unas tres tallas mayores de lo debido, le sugerimos que las llenara de género y tratara de ganarse unos eurillos vendiendo por los pueblos medias y cacerolas, como los antiguos buhoneros.

Primer tramo por pinares cerrados y nos encontramos con el primer tormo, esos piedrones enormes sujetos por un cuellito de damisela en equilibrio inverosímil, no vamos a pasar por la Ciudad Encantada pero encontraremos varios  en la ruta. Subimos hasta los 1.600 metros y nos sorprende encontrar nieve, no mucha, la justa para hacer unas fotos blancas. Como es nieve Marcelina (en las patas se la lleva la gallina), o más bien abrileña, no resiste nuestras pisadas. Algunas praderas de montaña y vamos bajando por más pinares hasta los grandes desfiladeros del Tajo, estará presente en nuestros tres días. Vamos descendiendo junto a su curso por un desfiladero de altos acantilados calizos, aquí está precioso, muy claro y con el fondo
verde,un recuerdo para Botica y Nuria, la última vez que pasamos por aquí íbamos con ellos en el grupo.

Entre la salida tardía y la mañana a lento y contemplativo ritmo, llegamos a las tantas a Peralejos de las Truchas, el pueblo está solitario y no hay donde comer caliente, hasta que un vecino nos manda al mesón Pura, una casa como otra cualquiera que resulta que da comidas, Doña Pura se ofrece a prepararnos algo pese a la hora tardía y allí nos sentamos, hace hambre: judías blancas (guisantes para los exquisitos), estofado de ciervo y truchas escabechadas, que son de pisci, claro, la nuera de Pura nos dice que en el río hay muchas truchas, pero que está prohibido comérselas, el tramo es sin muerte.

Nos estamos agobiando, son las cuatro y nos quedan más de 40 kms para la tarde, pedimos el postre y renunciamos al café, rebullimos en la silla, gritamos ¡la cuenta! la nuera nos dice ¡no se me arrebaten!, así que pagamos, montamos en las bicis casi con la comida en la boca y salimos por la carretera espantando rebaños de ovejas.

La tarde resulta larga y un tanto tediosa, los pueblos son bonitos pero la ruta circula cien por cien por carretera: Chequilla, Checa, hay espectaculares formaciones de roca que parecen monolitos y castillos, y así ciclando por la cinta lisa y gris abandonamos Cuenca y entramos en Teruel, y parece mentira, pero con 10 kms de diferencia los pueblos son ya distintos, hemos dejado Castilla y estamos en Aragón. La torre de la iglesia de Orihuela del Tremedal es de ladrillo mudéjar aragonés, y no digamos cuando preguntamos algo a la gente, el acento cerrado a lo Fernando Esteso y el diminutivo en “ico” para todo, qué buenos recuerdos, yo me crié en Zaragoza.

Salimos de Orihuela al tremedal, que según el diccionario es un “Terreno pantanoso, abundante en turba, cubierto de césped, y que por su escasa consistencia retiembla cuando se anda sobre él”, pero si alguna vez hubo aquí ciénagas las han desecado y todo son inmensos trigales, y así cereal-robledal-pinar y pinar-robledal-cereal, es decir, subiendo y bajando, llegamos el desvío  que nos debería llevar a la única pista forestal de la tarde pero solo nos quedan dos horas de luz y se nos hará de noche, así que convencemos a Nico para seguir por carretera (qué alergia le tiene!). A buena velocidad y con el viento de cola entramos por fin al anochecer en Bronchales y buscamos el Hotel La Suiza, que pese a su nombre regenta una pareja mayor de buenos aragoneses. Nos gusta lo que vemos, un viejo edificio de piedra bien rehabilitado por dentro, con ascensor, un gran comedor lleno de cabezas de ciervo (¡venga de cuernos!) y una inmensa cocina moderna de acero para poder dar comuniones y bodas.

Los dos son bien simpáticos, están contentos, nos cuentan que notan que la crisis se va, han tenido llenazo
en Semana Santa y  tienen todo reservado para el puente, al final Rajoy va a tener razón. En la pared del recibidor hay ocho diplomas enmarcados que acreditan que su hija ha corrido ocho veces la Quebrantahuesos Oro, orgullosos que están y con razón, eso si es una betetera, y nosotros a su lado unos gorderas. La dueña nos pregunta prudente ¿son matrimonios? para darnos camas juntas o separadas, ¡joder señora no!, qué moderna, debe haber visto de todo.


Y así nos vamos a dormir emparejados pero cada uno en su cama individual, yo-no-ronco-tú-sí-roncas, la eterna discusión de todas las salidas, el campeón en esto era Rafa y desde que no está otros se disputan la corona. Han sido más de 80 kms y casi 1.200 mts de ascensión, buena ruta por la mañana, un poco monótona por la tarde con tanta carretera, mañana será otro día y nos esperan muchos más kilómetros y más duros, de momento a descansar la rabadilla y reponerse, que hay que levantarse antes de las ocho.

lunes, 21 de abril de 2014

Un Viaje a Azores

Ya estamos de vuelta de nuestro viaje por Azores, tengo la impresión visual de haberme pasado una semana entera subrayando apuntes, porque llevo el fondo del ojo verde y azul. Muchas cosas vistas y la impresión de que siete días no son suficiente para todo lo que se podía ver, y es solo la isla de Sao Miguel, que aún quedaban ocho más.

Llevaba yo años queriendo ir por allí, lo tenía como destino de viaje de naturaleza muy apetecible. Ya conocíamos Madeira, pero Azores me daba la impresión de ser algo más lejano, más remoto, atlántico y salvaje, menos boscoso y un destino muy bueno para jugar al golf. Sí y no, error y acierto, luego lo cuento. Esa es la pregunta del que quiere empezar a conocer las islas portuguesas del Atlántico: ¿Madeira o Azores?. Para salir de dudas le pregunté a un amigo portugués y me dijo: “Madeira es muy bonito, muy turístico, pero Azores tiene La Naturaleza”. Ese es un buen reclamo para mí, así que allá que nos vamos.

Y puestos a las Azores, y teniendo en cuenta que son nueve y están lejísimos entre sí y no es rentable ver varias, ¿Sao Miguel o Terceira?. A eso nadie me supo responder en Internet porque la gente elige una u otra y se lo pasa bien en todo caso. Me da la impresión de que Terceira es algo más turística y animada y San Miguel tiene más sitios que ver,  más paisaje,  que me perdonen los portugueses y sobre todo los azorianos si eso es un tópico errado. En todo caso, en este árbol de decisión vuelvo a escoger la rama salvaje, nos vamos a Sao Miguel.

Sao Miguel tiene forma de banana tumbada, unos 70 kms de largo por unos 30 de ancho, o sea, algo así como Lanzarote. Salvo en la zona central, la costa norte y la sur están separadas por altas cordilleras de antiguos volcanes, permanentemente metidos en niebla húmeda, cuando no en lluvia y chubasco. En la costa suele hacer mejor tiempo, pero en todo caso, este no es un destino de playa, aquí llueve, y de firme, si miráis fotos o crónicas en la Red todos dicen: “aquí me
llovió”, o “esto no lo ví, hacia demasiada niebla”. En todo caso es una lluvia curiosa y tropical, estás en un dia agradable y soleado y de repente te cae la mundial, en diez minutos el cielo se vacía y las calles se convierten en ríos, pero un rato después el sol vuelve a lucir, todo se calienta y el dia se pone estupendo. A mí este tiempo me gusta, me anima, es como estrenar el paisaje cada poco rato. Como digo hay pocas playas y son de arena negra, es una costa volcánica típica de grandes acantilados,  con bajadas empinadas y litoral de roca oscura. Ojo, yo he estado en abril, igual alguien me dice que en julio y agosto no llueve, pero me extrañaría.

El aspecto del paisaje es, como digo, verde, pero mucho más verde de lo que hayamos visto antes, es como estar en Asturias o Cantabria pero elevado al cubo, los prados tienen un punto de verde fosforito como si los hubieran coloreado con un enfatizador de subrayar, y están llenos de vacas frisonas, pero miles de vacas, en el norte de España ya quedan pocas vacas y mucha gente ha dejado los prados a monte (cosas de la
política europea), pero en Azores la sociedad sigue siendo esencialmente rural y ganadera, siegan los prados y viven de la leche. Por el otro lado está el paisaje de montaña, o más bien de volcán, hay muchas lagunas grandes, medianas y pequeñas, de origen volcánico, en un sitio pelado (como un Ibor pirenaico) o en medio de un bosque espeso (como un lago suizo), todas componen un paisaje tan de postal que te dan ganas de agotar la tarjeta de memoria de la cámara. Por cierto, los hermosos bosques que se ven por todos sitios no son de árboles autóctonos, sino de una conífera de crecimiento rápido, el sagrado árbol Sugi de los japoneses (Criptomeria Japónica).  Y por último están los jardines, tienes grandes jardines románticos y antiguos con árboles monumentales y amplias colecciones de plantas (el de Terra Nostra en Furnas y el de Joao do Canto en Ponta Delgada merecen de verdad la pena), con lagos y ríos artificiales, a veces con surtidores termales en los que te puedes bañar. A veces los temas se mezclan, llegas a un paisaje como el de Ribera de Caldeiroes, una cascada tan idílica que parece la ducha de Tarzán y ves que es obra del hombre, hay arriba una cuba de cemento y una tubería de PVC que le lleva el agua, buena parte del paisaje de la isla está modificado. Todas las carreteras están bordeadas de matas de hortensia, de azaleas o de calas, de  modo que en todo el año se ven llenas de flor. Eso solo es posible en una región tan lluviosa como esta, no necesitan riegos por goteo.

El turismo se  cuida muchísimo, debe de ser hoy en dia la única industria rentable de las islas (aparte del
queso, vinos y algunas plantaciones de té). Si madrugas un poco verás una legión de barrenderos en las ciudades y de jardineros desbrozando en las carreteras, nada hay de casual en ese aspecto tan pulcro. En cada lugar turístico o mirador hay guardas forestales y encargados, que además mantienen limpísimos los baños públicos que hay por todos lados. El país se ve en general un poco decaído, salta a la vista que los Fondos Europeos han echado allí dinero a espuertas, a veces con inversiones algo desmesuradas (centros comerciales grandes y despoblados), pero otras con gasto útil, como una espléndida red de carreteras que incluye dos autovías y una  cuidadísima red interior.
La comida es muy buena y muy barata, me recordó al Portugal de hace 20 años: raciones honradas de buena materia prima a precios bajos. Como digo la crisis se nota y en todos los sitios tienen menús “low cost”, aquí he vuelto a tomar conciencia de la importancia de los céntimos de euro. Nadie deja propina, pero si dejas 50 cts. ya quedas como un rey, no se lo esperan. Por ejemplo, cuando queríamos cenar ligero (tras un comidón) tomábamos un café largo y un sándwich de jamón a la plancha en el paseo marítimo, en la terraza frente al mar por ¡1,5 euros!. Las sopas van como acompañamiento y las ensaladas y patatas se incluyen en todos los platos, así que no te queda más que pedir el pescado o la carne, y no suelen superar los 15 euros. Otro ejemplo, un bacalao “A Tasquiña” incluye dos grandes lomos de bacalao al horno, batata, ñame, cebolla caramelizada y un plato de salteado de verduras, y cuesta… ¡9
euros!. El pescado es fresco y variado, y la carne, de esas vacas de la isla, espléndida.

No hay muchos restaurantes porque en realidad el turismo está aún poco explotado, en los pueblos suele haber un “Snack-Bar” (otro concepto que despierta mis recuerdos), que es más bien la taberna de hombres de toda la vida. Hay que ir a restaurantes bien elegidos, yo llevaba una lista muy depurada a base de corta-pegas de Internet, y comimos siempre muy bien. Pongo algunos sitios por orden de cuánto me gustaron, pero obvio direcciones y teléfonos, que podéis sacar de las web. En todos se come bien por unos 20 euros máximo:

  • ·      “La Esplanada” es un chiringuito encima del puertín de Caloura, si estiras el brazo tocas los barcos, tienen pescados del día en un mostrador, tú eliges y te lo hacen a la parrilla con lechuga y patatas, pero no pidas pollo o carne, aquí se viene a lo que se viene. Comí por primera vez aquí la barracuda (que yo creí que no se comía) y estaba buena, parecida al bonito. Cuidado con confundir los espadas, Espadarte es pez espada pero no Emperador, este está muchísimo más bueno. Y lo que allí llaman Espada Preta es un larguísimo y aplanado pez abisal cuyo cuerpo parece un sable, la carne es como merluza. Como creo que no os he aclarado mucho, dejaos aconsejar por el camarero, que es honrado, pero todo está bueno.  
  • ·      “La Asociación Agrícola de Santana” era el mesoncete del recinto ferial de Rabo de Peixe, pero ahora lo han descubierto los turistas. Dan unos formidables bifes de lombo (solomillo) y otros trozos de las vacas de la zona, aquí me comí uno de los mejores filetes que he probado, con un huevo encima de propina. Es divertido mirar alrededor, los ganaderos de la zona se bajan el peto y se sientan a comer la vaca, sin ceremonias.
  • ·       “A Tasca”, en Ponta Delgada, para comer más o menos informal con raciones y también con platos abundantes y bien cocinados, tienen muchísimos vinos azorianos y portugueses. Allí es el “Bacalhau A Tasquiña” que os contaba.
  • ·         “Colegio 27” en Ponta Delgada es un restaurante más elegante, con actuación (alternan jazz y fados), aquí me comí un Bife de Atum delicioso, muy grueso, a la parrilla, y sin embargo muy jugoso. El cantante era monótono, pero no sobraba.
  • ·         “Rotas da Ilha Verde”, otro celebrado clásico romántico y vegetariano, aquí no puedo opinar porque siempre lo encontramos lleno, es muy pequeño, mejor reservar.
Como actividades, hago una referencia a la excursión de “whale watching”, otro imprescindible aquí (y en
Madeira, y en Lanzarote). Las Azores están realmente en medio del Atlántico y rodeadas de mares muy profundos, así que son paso de varias especies de ballena y residencia permanente de algunas, como los cachalotes. En el pasado su caza fue industria habitual (hay restos de factorías por la isla), ahora son reclamo turístico. Hay varios operadores que ofrecen la excursión que dura unas cuatro horas en total, se puede hacer en zodiac o en un barco más crecido, en nuestro caso un estupendo catamarán a motor, el avistamiento está casi garantizado. Nosotros vimos un ejemplar de ballena azul que es casi residente habitual y la tienen muy localizada, y varios grupos de cachalotes, pero no os creáis que se interactúa con ellas, son animales salvajes que van a lo suyo y tú te limitas a ver el surtidor o el lomo, los guías, que son biólogos, te van dando todo tipo de explicaciones. También se ven muchos delfines (en nuestro caso delfines comunes), en una de esas fiestas de sardinas que se ven en la tele, por el aire las pardelas y en el mar delfines saltando en círculo, atracándose de peces. Después se vinieron con el barco, aquí sí jugando en la estela de la proa y saltando para la foto muy cerquita. Como digo, un imprescindible.
  
Otro clásico es hacer la ruta del té, hay un par de factorías rodeadas de plantaciones que hacen un paisaje
curioso con sus filas ordenadas de arbustos (el té es básicamente el brote verde de una camelia) que bajan por las colinas y ocupan hasta el último palmo de terreno. La fábrica huele por dentro divinamente a té fresco, merece la pena hacer una buena compra, aunque es ligeramente más caro que en los supermercados allí está siempre recién envasado.

Y por último una referencia al idioma portugués, los españoles vamos allí pensando que podemos entenderles con facilidad, y que para hablarlo bastará con poner acento gallego y meter cinco o seis terminaciones típicas, pues de eso nada. El portugués de verdad no se parece en casi nada al gallego, lo hablan rapidísimo y comiéndose vocales y llega un momento en que pides por favor que te hablen en inglés, es un descanso para tu entendimiento. Además si te diriges a ellos intentando chapurrear un poco su idioma se entusiasman y te sueltan la retahíla, como si fueras el mismísimo Camoens. Eso sí, son amables y cordiales, y aún mantienen las buenas costumbres del pasado, todos te dicen un “bos días” cuando se cruzan contigo por la calle, y más si no te conocen.Ver Todas las Fotos