miércoles, 30 de abril de 2014

Montes Universales. Dia 1 Beteta.

Aquí estoy de nuevo escribiendo sobre bici de montaña, tras mucho tiempo sin hacerlo. El colapso de Blogsome se llevó por delante mi curradísimo blog anterior (aunque guardo un backup), así que ahora, desde Blogger, voy a tratar de seguir con la tradición. Dos cosas tiene que tener siempre presentes el que ha decidido confiar plenamente en el mundo virtual: que puede perderlo todo y tener que volver a empezar desde cero en cualquier momento, y que aprender una herramienta nueva y más moderna es duro al principio, pero compensa siempre.

Lo de la excursión betetera de primavera es ya una tradición de años: dos Transándalus, el Camí de Cavalls en Menorca, siempre tratamos de pillar un finde largo para conocer sitios nuevos, y de paso prepararnos para los desafíos duros del calendario betetero. Aunque este año no nos hemos apuntado para El Soplao, estar en forma es siempre un valor.

En esta ocasión se trataba de conocer los Montes Universales, la zona del Alto Tajo y la Sierra de Albarracín y el nacimiento de los ríos Cuervo, Jucar y Tajo, incentivos suficientes para pasarte tres días pedaleando por esas soledades. Y soledades fueron, yo diría que durante al menos el 80% del tiempo estuvimos ciclando sin ver a nadie, solo ciervos, pajaritos y truchas.

Finalmente nos apuntamos cuatro, Nico (que aportó los tracks), Juan Manuel (furgoneta), Jose María (conversación),  y yo mismo que no aporté nada, normalmente llevo la intendencia de hoteles y restaurantes, pero esta vez habíamos decidido ir a la buena de Dios y fiarnos de la suerte, a poco tenemos que dormir sobre la bici en Tragacete.

Tras reunirnos y dejar los coches en Nico´s emprendimos viaje en la furgo repleta de bicis, mochilas, cascos y demás hasta acercarnos a la zona de La Alcarria, hay que ver qué lejos está eso de las carreteras radiales y cuánto tienes que meterte en la España profunda. Dos horas y media de viaje y aparecimos en Beteta (patria de los beteteros, nosotros, los de la BTT) en pleno día de mercado, pero de diez puestos dibujados en el suelo solo había uno ocupado, así que aparcamos sin problemas delante de la iglesia. Preguntamos a los verdaderos beteteros si nuestra furgo molestaría si se quedaba allí tres días, pero se rieron, en esta época no son coches lo que sobra en estos pueblos, otra cosa será en agosto. Las tres clientas del puesto nos indicaron cómo salir hacia Masegosa y para allá que partimos, remontando un cuestón inicial para calentar piernas.
Siempre duda uno sobre cómo llevar mejor las pertenencias, JM y yo somos partidarios de la mochila, Nico y Jose María de las alforjas, pero a mí no me gustan, hacen la bici muy pesada y además hay una cuestión de fondo, casi de religión: me gusta tanto mi bici que no la quiero afear con aditamentos,  ni siquiera con una bolsita de herramientas bajo el sillín. Jose María estrenaba alforjas pero había elegido unas tres tallas mayores de lo debido, le sugerimos que las llenara de género y tratara de ganarse unos eurillos vendiendo por los pueblos medias y cacerolas, como los antiguos buhoneros.

Primer tramo por pinares cerrados y nos encontramos con el primer tormo, esos piedrones enormes sujetos por un cuellito de damisela en equilibrio inverosímil, no vamos a pasar por la Ciudad Encantada pero encontraremos varios  en la ruta. Subimos hasta los 1.600 metros y nos sorprende encontrar nieve, no mucha, la justa para hacer unas fotos blancas. Como es nieve Marcelina (en las patas se la lleva la gallina), o más bien abrileña, no resiste nuestras pisadas. Algunas praderas de montaña y vamos bajando por más pinares hasta los grandes desfiladeros del Tajo, estará presente en nuestros tres días. Vamos descendiendo junto a su curso por un desfiladero de altos acantilados calizos, aquí está precioso, muy claro y con el fondo
verde,un recuerdo para Botica y Nuria, la última vez que pasamos por aquí íbamos con ellos en el grupo.

Entre la salida tardía y la mañana a lento y contemplativo ritmo, llegamos a las tantas a Peralejos de las Truchas, el pueblo está solitario y no hay donde comer caliente, hasta que un vecino nos manda al mesón Pura, una casa como otra cualquiera que resulta que da comidas, Doña Pura se ofrece a prepararnos algo pese a la hora tardía y allí nos sentamos, hace hambre: judías blancas (guisantes para los exquisitos), estofado de ciervo y truchas escabechadas, que son de pisci, claro, la nuera de Pura nos dice que en el río hay muchas truchas, pero que está prohibido comérselas, el tramo es sin muerte.

Nos estamos agobiando, son las cuatro y nos quedan más de 40 kms para la tarde, pedimos el postre y renunciamos al café, rebullimos en la silla, gritamos ¡la cuenta! la nuera nos dice ¡no se me arrebaten!, así que pagamos, montamos en las bicis casi con la comida en la boca y salimos por la carretera espantando rebaños de ovejas.

La tarde resulta larga y un tanto tediosa, los pueblos son bonitos pero la ruta circula cien por cien por carretera: Chequilla, Checa, hay espectaculares formaciones de roca que parecen monolitos y castillos, y así ciclando por la cinta lisa y gris abandonamos Cuenca y entramos en Teruel, y parece mentira, pero con 10 kms de diferencia los pueblos son ya distintos, hemos dejado Castilla y estamos en Aragón. La torre de la iglesia de Orihuela del Tremedal es de ladrillo mudéjar aragonés, y no digamos cuando preguntamos algo a la gente, el acento cerrado a lo Fernando Esteso y el diminutivo en “ico” para todo, qué buenos recuerdos, yo me crié en Zaragoza.

Salimos de Orihuela al tremedal, que según el diccionario es un “Terreno pantanoso, abundante en turba, cubierto de césped, y que por su escasa consistencia retiembla cuando se anda sobre él”, pero si alguna vez hubo aquí ciénagas las han desecado y todo son inmensos trigales, y así cereal-robledal-pinar y pinar-robledal-cereal, es decir, subiendo y bajando, llegamos el desvío  que nos debería llevar a la única pista forestal de la tarde pero solo nos quedan dos horas de luz y se nos hará de noche, así que convencemos a Nico para seguir por carretera (qué alergia le tiene!). A buena velocidad y con el viento de cola entramos por fin al anochecer en Bronchales y buscamos el Hotel La Suiza, que pese a su nombre regenta una pareja mayor de buenos aragoneses. Nos gusta lo que vemos, un viejo edificio de piedra bien rehabilitado por dentro, con ascensor, un gran comedor lleno de cabezas de ciervo (¡venga de cuernos!) y una inmensa cocina moderna de acero para poder dar comuniones y bodas.

Los dos son bien simpáticos, están contentos, nos cuentan que notan que la crisis se va, han tenido llenazo
en Semana Santa y  tienen todo reservado para el puente, al final Rajoy va a tener razón. En la pared del recibidor hay ocho diplomas enmarcados que acreditan que su hija ha corrido ocho veces la Quebrantahuesos Oro, orgullosos que están y con razón, eso si es una betetera, y nosotros a su lado unos gorderas. La dueña nos pregunta prudente ¿son matrimonios? para darnos camas juntas o separadas, ¡joder señora no!, qué moderna, debe haber visto de todo.


Y así nos vamos a dormir emparejados pero cada uno en su cama individual, yo-no-ronco-tú-sí-roncas, la eterna discusión de todas las salidas, el campeón en esto era Rafa y desde que no está otros se disputan la corona. Han sido más de 80 kms y casi 1.200 mts de ascensión, buena ruta por la mañana, un poco monótona por la tarde con tanta carretera, mañana será otro día y nos esperan muchos más kilómetros y más duros, de momento a descansar la rabadilla y reponerse, que hay que levantarse antes de las ocho.

2 comentarios:

  1. Esos pueblos me los he pateado ..... y me los volveré a patear este verano con el caballete al hombro. En Checa y en Alustante hay concurso de pintura

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  2. Siempre alforjas. Tu espalda te lo agradecerá. A no ser que seas un guarrete y lleves poca ropa para cambiarte y ningún calzado más, en ese caso, vale mochila.

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