lunes, 21 de abril de 2014

Un Viaje a Azores

Ya estamos de vuelta de nuestro viaje por Azores, tengo la impresión visual de haberme pasado una semana entera subrayando apuntes, porque llevo el fondo del ojo verde y azul. Muchas cosas vistas y la impresión de que siete días no son suficiente para todo lo que se podía ver, y es solo la isla de Sao Miguel, que aún quedaban ocho más.

Llevaba yo años queriendo ir por allí, lo tenía como destino de viaje de naturaleza muy apetecible. Ya conocíamos Madeira, pero Azores me daba la impresión de ser algo más lejano, más remoto, atlántico y salvaje, menos boscoso y un destino muy bueno para jugar al golf. Sí y no, error y acierto, luego lo cuento. Esa es la pregunta del que quiere empezar a conocer las islas portuguesas del Atlántico: ¿Madeira o Azores?. Para salir de dudas le pregunté a un amigo portugués y me dijo: “Madeira es muy bonito, muy turístico, pero Azores tiene La Naturaleza”. Ese es un buen reclamo para mí, así que allá que nos vamos.

Y puestos a las Azores, y teniendo en cuenta que son nueve y están lejísimos entre sí y no es rentable ver varias, ¿Sao Miguel o Terceira?. A eso nadie me supo responder en Internet porque la gente elige una u otra y se lo pasa bien en todo caso. Me da la impresión de que Terceira es algo más turística y animada y San Miguel tiene más sitios que ver,  más paisaje,  que me perdonen los portugueses y sobre todo los azorianos si eso es un tópico errado. En todo caso, en este árbol de decisión vuelvo a escoger la rama salvaje, nos vamos a Sao Miguel.

Sao Miguel tiene forma de banana tumbada, unos 70 kms de largo por unos 30 de ancho, o sea, algo así como Lanzarote. Salvo en la zona central, la costa norte y la sur están separadas por altas cordilleras de antiguos volcanes, permanentemente metidos en niebla húmeda, cuando no en lluvia y chubasco. En la costa suele hacer mejor tiempo, pero en todo caso, este no es un destino de playa, aquí llueve, y de firme, si miráis fotos o crónicas en la Red todos dicen: “aquí me
llovió”, o “esto no lo ví, hacia demasiada niebla”. En todo caso es una lluvia curiosa y tropical, estás en un dia agradable y soleado y de repente te cae la mundial, en diez minutos el cielo se vacía y las calles se convierten en ríos, pero un rato después el sol vuelve a lucir, todo se calienta y el dia se pone estupendo. A mí este tiempo me gusta, me anima, es como estrenar el paisaje cada poco rato. Como digo hay pocas playas y son de arena negra, es una costa volcánica típica de grandes acantilados,  con bajadas empinadas y litoral de roca oscura. Ojo, yo he estado en abril, igual alguien me dice que en julio y agosto no llueve, pero me extrañaría.

El aspecto del paisaje es, como digo, verde, pero mucho más verde de lo que hayamos visto antes, es como estar en Asturias o Cantabria pero elevado al cubo, los prados tienen un punto de verde fosforito como si los hubieran coloreado con un enfatizador de subrayar, y están llenos de vacas frisonas, pero miles de vacas, en el norte de España ya quedan pocas vacas y mucha gente ha dejado los prados a monte (cosas de la
política europea), pero en Azores la sociedad sigue siendo esencialmente rural y ganadera, siegan los prados y viven de la leche. Por el otro lado está el paisaje de montaña, o más bien de volcán, hay muchas lagunas grandes, medianas y pequeñas, de origen volcánico, en un sitio pelado (como un Ibor pirenaico) o en medio de un bosque espeso (como un lago suizo), todas componen un paisaje tan de postal que te dan ganas de agotar la tarjeta de memoria de la cámara. Por cierto, los hermosos bosques que se ven por todos sitios no son de árboles autóctonos, sino de una conífera de crecimiento rápido, el sagrado árbol Sugi de los japoneses (Criptomeria Japónica).  Y por último están los jardines, tienes grandes jardines románticos y antiguos con árboles monumentales y amplias colecciones de plantas (el de Terra Nostra en Furnas y el de Joao do Canto en Ponta Delgada merecen de verdad la pena), con lagos y ríos artificiales, a veces con surtidores termales en los que te puedes bañar. A veces los temas se mezclan, llegas a un paisaje como el de Ribera de Caldeiroes, una cascada tan idílica que parece la ducha de Tarzán y ves que es obra del hombre, hay arriba una cuba de cemento y una tubería de PVC que le lleva el agua, buena parte del paisaje de la isla está modificado. Todas las carreteras están bordeadas de matas de hortensia, de azaleas o de calas, de  modo que en todo el año se ven llenas de flor. Eso solo es posible en una región tan lluviosa como esta, no necesitan riegos por goteo.

El turismo se  cuida muchísimo, debe de ser hoy en dia la única industria rentable de las islas (aparte del
queso, vinos y algunas plantaciones de té). Si madrugas un poco verás una legión de barrenderos en las ciudades y de jardineros desbrozando en las carreteras, nada hay de casual en ese aspecto tan pulcro. En cada lugar turístico o mirador hay guardas forestales y encargados, que además mantienen limpísimos los baños públicos que hay por todos lados. El país se ve en general un poco decaído, salta a la vista que los Fondos Europeos han echado allí dinero a espuertas, a veces con inversiones algo desmesuradas (centros comerciales grandes y despoblados), pero otras con gasto útil, como una espléndida red de carreteras que incluye dos autovías y una  cuidadísima red interior.
La comida es muy buena y muy barata, me recordó al Portugal de hace 20 años: raciones honradas de buena materia prima a precios bajos. Como digo la crisis se nota y en todos los sitios tienen menús “low cost”, aquí he vuelto a tomar conciencia de la importancia de los céntimos de euro. Nadie deja propina, pero si dejas 50 cts. ya quedas como un rey, no se lo esperan. Por ejemplo, cuando queríamos cenar ligero (tras un comidón) tomábamos un café largo y un sándwich de jamón a la plancha en el paseo marítimo, en la terraza frente al mar por ¡1,5 euros!. Las sopas van como acompañamiento y las ensaladas y patatas se incluyen en todos los platos, así que no te queda más que pedir el pescado o la carne, y no suelen superar los 15 euros. Otro ejemplo, un bacalao “A Tasquiña” incluye dos grandes lomos de bacalao al horno, batata, ñame, cebolla caramelizada y un plato de salteado de verduras, y cuesta… ¡9
euros!. El pescado es fresco y variado, y la carne, de esas vacas de la isla, espléndida.

No hay muchos restaurantes porque en realidad el turismo está aún poco explotado, en los pueblos suele haber un “Snack-Bar” (otro concepto que despierta mis recuerdos), que es más bien la taberna de hombres de toda la vida. Hay que ir a restaurantes bien elegidos, yo llevaba una lista muy depurada a base de corta-pegas de Internet, y comimos siempre muy bien. Pongo algunos sitios por orden de cuánto me gustaron, pero obvio direcciones y teléfonos, que podéis sacar de las web. En todos se come bien por unos 20 euros máximo:

  • ·      “La Esplanada” es un chiringuito encima del puertín de Caloura, si estiras el brazo tocas los barcos, tienen pescados del día en un mostrador, tú eliges y te lo hacen a la parrilla con lechuga y patatas, pero no pidas pollo o carne, aquí se viene a lo que se viene. Comí por primera vez aquí la barracuda (que yo creí que no se comía) y estaba buena, parecida al bonito. Cuidado con confundir los espadas, Espadarte es pez espada pero no Emperador, este está muchísimo más bueno. Y lo que allí llaman Espada Preta es un larguísimo y aplanado pez abisal cuyo cuerpo parece un sable, la carne es como merluza. Como creo que no os he aclarado mucho, dejaos aconsejar por el camarero, que es honrado, pero todo está bueno.  
  • ·      “La Asociación Agrícola de Santana” era el mesoncete del recinto ferial de Rabo de Peixe, pero ahora lo han descubierto los turistas. Dan unos formidables bifes de lombo (solomillo) y otros trozos de las vacas de la zona, aquí me comí uno de los mejores filetes que he probado, con un huevo encima de propina. Es divertido mirar alrededor, los ganaderos de la zona se bajan el peto y se sientan a comer la vaca, sin ceremonias.
  • ·       “A Tasca”, en Ponta Delgada, para comer más o menos informal con raciones y también con platos abundantes y bien cocinados, tienen muchísimos vinos azorianos y portugueses. Allí es el “Bacalhau A Tasquiña” que os contaba.
  • ·         “Colegio 27” en Ponta Delgada es un restaurante más elegante, con actuación (alternan jazz y fados), aquí me comí un Bife de Atum delicioso, muy grueso, a la parrilla, y sin embargo muy jugoso. El cantante era monótono, pero no sobraba.
  • ·         “Rotas da Ilha Verde”, otro celebrado clásico romántico y vegetariano, aquí no puedo opinar porque siempre lo encontramos lleno, es muy pequeño, mejor reservar.
Como actividades, hago una referencia a la excursión de “whale watching”, otro imprescindible aquí (y en
Madeira, y en Lanzarote). Las Azores están realmente en medio del Atlántico y rodeadas de mares muy profundos, así que son paso de varias especies de ballena y residencia permanente de algunas, como los cachalotes. En el pasado su caza fue industria habitual (hay restos de factorías por la isla), ahora son reclamo turístico. Hay varios operadores que ofrecen la excursión que dura unas cuatro horas en total, se puede hacer en zodiac o en un barco más crecido, en nuestro caso un estupendo catamarán a motor, el avistamiento está casi garantizado. Nosotros vimos un ejemplar de ballena azul que es casi residente habitual y la tienen muy localizada, y varios grupos de cachalotes, pero no os creáis que se interactúa con ellas, son animales salvajes que van a lo suyo y tú te limitas a ver el surtidor o el lomo, los guías, que son biólogos, te van dando todo tipo de explicaciones. También se ven muchos delfines (en nuestro caso delfines comunes), en una de esas fiestas de sardinas que se ven en la tele, por el aire las pardelas y en el mar delfines saltando en círculo, atracándose de peces. Después se vinieron con el barco, aquí sí jugando en la estela de la proa y saltando para la foto muy cerquita. Como digo, un imprescindible.
  
Otro clásico es hacer la ruta del té, hay un par de factorías rodeadas de plantaciones que hacen un paisaje
curioso con sus filas ordenadas de arbustos (el té es básicamente el brote verde de una camelia) que bajan por las colinas y ocupan hasta el último palmo de terreno. La fábrica huele por dentro divinamente a té fresco, merece la pena hacer una buena compra, aunque es ligeramente más caro que en los supermercados allí está siempre recién envasado.

Y por último una referencia al idioma portugués, los españoles vamos allí pensando que podemos entenderles con facilidad, y que para hablarlo bastará con poner acento gallego y meter cinco o seis terminaciones típicas, pues de eso nada. El portugués de verdad no se parece en casi nada al gallego, lo hablan rapidísimo y comiéndose vocales y llega un momento en que pides por favor que te hablen en inglés, es un descanso para tu entendimiento. Además si te diriges a ellos intentando chapurrear un poco su idioma se entusiasman y te sueltan la retahíla, como si fueras el mismísimo Camoens. Eso sí, son amables y cordiales, y aún mantienen las buenas costumbres del pasado, todos te dicen un “bos días” cuando se cruzan contigo por la calle, y más si no te conocen.Ver Todas las Fotos

4 comentarios:

  1. Ya tardas en apuntarte a tripadvisor, ese conocimiento restaurantil hay que compartirlo.
    Muy buena tu crónica. Nos daremos un paseíto por las Azores... cuando estemos hartos de sol :o)

    ResponderEliminar
  2. Por cierto, a ver si tocas la tecla justa para que se puedan publicar comentarios como anónimo, que se te van a echar muchos atrás...

    ResponderEliminar
  3. Muy bien Ale, estrenando los comentarios como siempre. Voy a tratar de hacer eso que dices.

    ResponderEliminar
  4. Pues sí, yo también me apunto.
    Mi enhorabuena por dar continuidad al sherpa perdido ;-)
    Gracias por compartirlo.

    ResponderEliminar