Aquí estoy de nuevo escribiendo
sobre bici de montaña, tras mucho tiempo sin hacerlo. El colapso de Blogsome se
llevó por delante mi curradísimo blog anterior (aunque guardo un backup), así
que ahora, desde Blogger, voy a tratar de seguir con la tradición. Dos cosas
tiene que tener siempre presentes el que ha decidido confiar plenamente en el
mundo virtual: que puede perderlo todo y tener que volver a empezar desde cero
en cualquier momento, y que aprender una herramienta nueva y más moderna es
duro al principio, pero compensa siempre.
Lo de la excursión betetera de
primavera es ya una tradición de años: dos Transándalus, el Camí de Cavalls en
Menorca, siempre tratamos de pillar un finde largo para conocer sitios nuevos, y
de paso prepararnos para los desafíos duros del calendario betetero. Aunque
este año no nos hemos apuntado para El Soplao, estar en forma es siempre un
valor.
En esta ocasión se trataba de
conocer los Montes Universales, la zona del Alto Tajo y la Sierra de Albarracín
y el nacimiento de los ríos Cuervo, Jucar y Tajo, incentivos suficientes para
pasarte tres días pedaleando por esas soledades. Y soledades fueron, yo diría
que durante al menos el 80% del tiempo estuvimos ciclando sin ver a nadie, solo
ciervos, pajaritos y truchas.
Tras reunirnos y dejar los coches
en Nico´s emprendimos viaje en la furgo repleta de bicis, mochilas, cascos y
demás hasta acercarnos a la zona de La Alcarria, hay que ver qué lejos está eso
de las carreteras radiales y cuánto tienes que meterte en la España profunda.
Dos horas y media de viaje y aparecimos en Beteta (patria de los beteteros,
nosotros, los de la BTT) en pleno día de mercado, pero de diez puestos
dibujados en el suelo solo había uno ocupado, así que aparcamos sin problemas
delante de la iglesia. Preguntamos a los verdaderos beteteros si nuestra furgo
molestaría si se quedaba allí tres días, pero se rieron, en esta época no son
coches lo que sobra en estos pueblos, otra cosa será en agosto. Las tres
clientas del puesto nos indicaron cómo salir hacia Masegosa y para allá que
partimos, remontando un cuestón inicial para calentar piernas.
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Siempre duda uno sobre cómo llevar
mejor las pertenencias, JM y yo somos partidarios de la mochila, Nico y Jose
María de las alforjas, pero a mí no me gustan, hacen la bici muy pesada y
además hay una cuestión de fondo, casi de religión: me gusta tanto mi bici que
no la quiero afear con aditamentos, ni
siquiera con una bolsita de herramientas bajo el sillín. Jose María estrenaba
alforjas pero había elegido unas tres tallas mayores de lo debido, le sugerimos
que las llenara de género y tratara de ganarse unos eurillos vendiendo por los
pueblos medias y cacerolas, como los antiguos buhoneros.
Primer tramo por pinares cerrados
y nos encontramos con el primer tormo, esos piedrones enormes sujetos por un
cuellito de damisela en equilibrio inverosímil, no vamos a pasar por la Ciudad
Encantada pero encontraremos varios en
la ruta. Subimos hasta los 1.600 metros y nos sorprende encontrar nieve, no
mucha, la justa para hacer unas fotos blancas. Como es nieve Marcelina (en las
patas se la lleva la gallina), o más bien abrileña, no resiste nuestras
pisadas. Algunas praderas de montaña y vamos bajando por más pinares hasta los
grandes desfiladeros del Tajo, estará presente en nuestros tres días. Vamos
descendiendo junto a su curso por un desfiladero de altos acantilados calizos, aquí
está precioso, muy claro y con el fondo
verde,un recuerdo para Botica y Nuria,
la última vez que pasamos por aquí íbamos con ellos en el grupo.
Entre la salida tardía y la
mañana a lento y contemplativo ritmo, llegamos a las tantas a Peralejos de las
Truchas, el pueblo está solitario y no hay donde comer caliente, hasta que un
vecino nos manda al mesón Pura, una casa como otra cualquiera que resulta que
da comidas, Doña Pura se ofrece a prepararnos algo pese a la hora tardía y allí
nos sentamos, hace hambre: judías blancas (guisantes para los exquisitos),
estofado de ciervo y truchas escabechadas, que son de pisci, claro, la nuera de
Pura nos dice que en el río hay muchas truchas, pero que está prohibido
comérselas, el tramo es sin muerte.
Nos estamos agobiando, son las
cuatro y nos quedan más de 40 kms para la tarde, pedimos el postre y renunciamos
al café, rebullimos en la silla, gritamos ¡la cuenta! la nuera nos dice ¡no se
me arrebaten!, así que pagamos, montamos en las bicis casi con la comida en la
boca y salimos por la carretera espantando rebaños de ovejas.
La tarde resulta larga y un tanto
tediosa, los pueblos son bonitos pero la ruta circula cien por cien por
carretera: Chequilla, Checa, hay espectaculares formaciones de roca que parecen
monolitos y castillos, y así ciclando por la cinta lisa y gris abandonamos
Cuenca y entramos en Teruel, y parece mentira, pero con 10 kms de diferencia los
pueblos son ya distintos, hemos dejado Castilla y estamos en Aragón. La torre
de la iglesia de Orihuela del Tremedal es de ladrillo mudéjar aragonés, y no
digamos cuando preguntamos algo a la gente, el acento cerrado a lo Fernando
Esteso y el diminutivo en “ico” para todo, qué buenos recuerdos, yo me crié en
Zaragoza.
Salimos de Orihuela al tremedal, que
según el diccionario es un “Terreno pantanoso, abundante en turba, cubierto de
césped, y que por su escasa consistencia retiembla cuando se anda sobre él”,
pero si alguna vez hubo aquí ciénagas las han desecado y todo son inmensos
trigales, y así cereal-robledal-pinar y pinar-robledal-cereal, es decir,
subiendo y bajando, llegamos el desvío
que nos debería llevar a la única pista forestal de la tarde pero solo
nos quedan dos horas de luz y se nos hará de noche, así que convencemos a Nico
para seguir por carretera (qué alergia le tiene!). A buena velocidad y con el
viento de cola entramos por fin al anochecer en Bronchales y buscamos el Hotel
La Suiza, que pese a su nombre regenta una pareja mayor de buenos aragoneses. Nos
gusta lo que vemos, un viejo edificio de piedra bien rehabilitado por dentro,
con ascensor, un gran comedor lleno de cabezas de ciervo (¡venga de cuernos!) y
una inmensa cocina moderna de acero para poder dar comuniones y bodas.
Los dos son bien simpáticos,
están contentos, nos cuentan que notan que la crisis se va, han tenido llenazo
en Semana Santa y tienen todo reservado para el puente, al final Rajoy va a tener razón. En la pared del recibidor hay ocho diplomas enmarcados que acreditan que su hija ha corrido ocho veces la Quebrantahuesos Oro, orgullosos que están y con razón, eso si es una betetera, y nosotros a su lado unos gorderas. La dueña nos pregunta prudente ¿son matrimonios? para darnos camas juntas o separadas, ¡joder señora no!, qué moderna, debe haber visto de todo.
en Semana Santa y tienen todo reservado para el puente, al final Rajoy va a tener razón. En la pared del recibidor hay ocho diplomas enmarcados que acreditan que su hija ha corrido ocho veces la Quebrantahuesos Oro, orgullosos que están y con razón, eso si es una betetera, y nosotros a su lado unos gorderas. La dueña nos pregunta prudente ¿son matrimonios? para darnos camas juntas o separadas, ¡joder señora no!, qué moderna, debe haber visto de todo.
Y así nos vamos a dormir
emparejados pero cada uno en su cama individual, yo-no-ronco-tú-sí-roncas, la
eterna discusión de todas las salidas, el campeón en esto era Rafa y desde que
no está otros se disputan la corona. Han sido más de 80 kms y casi 1.200 mts de
ascensión, buena ruta por la mañana, un poco monótona por la tarde con tanta
carretera, mañana será otro día y nos esperan muchos más kilómetros y más
duros, de momento a descansar la rabadilla y reponerse, que hay que levantarse
antes de las ocho.